Esta es la narración de un encuentro casual que acabó en una gran amistad
Introducción
Permitidme que empiece por el final: En el Hotel, a pocas horas de marchar hacia el aeropuerto de El Cairo para regresar a Barcelona, nos esforzamos en nuestro mal inglés en explicar a un policía que queremos hacer llegar un mensaje a un taxista que sabemos que es amigo suyo. Era para que lo pusiera en el “libro de visitas” de su taxi.
El texto, un pequeño escrito en catalán y en castellano, va acompañado de una traducción al árabe para que Said, el taxista (ahora nuestro amigo!), pueda entenderlo.
El mensaje dice así:
Said (“Javi” en inglés) no es tan solo un muy buen conductor y taxista, sino también una bellísima persona, honesta, noble y honrada como no las hay! No habla demasiado, es cierto, pero sus constantes “no problem” y “I’m not Ali-Baba” son totalmente ciertos!
Os solucionará cualquier problema y no os engañará nunca!
Por la precipitación y los problemas de la despedida no habíamos podido dejar el mensaje en su “Book”, una pequeña agenda repleta de entusiásticas recomendaciones de anteriores clientes.
¿Cómo es posible que tengamos tanto interés en hacer llegar ese mensaje de reconocimiento y apoyo a una persona que simplemente nos prestaba un servicio y a la que hemos conocido y tratado tan solo dos días y medio?
¿Cómo es posible que yo tenga los ojos enturbiados por las lágrimas contenidas y que no pueda quitarme de la cabeza ni, sobretodo, del corazón la imagen de Said estrechando mis manos con fuerza después de habernos dado dos besos, como hacen los amigos en Egipto, en medio de una turba de taxistas asombrados?
Supongo que es debido a la verdadera magia de Egipto, que no esta en la antigua belleza de sus monumentos, ni en el esoterismo de las pirámides sino justo en el centro del corazón de las personas que lo habitan!
Pero para que entendáis mejor la historia, tal vez será mejor que empiece por el principio...
Introducción
Permitidme que empiece por el final: En el Hotel, a pocas horas de marchar hacia el aeropuerto de El Cairo para regresar a Barcelona, nos esforzamos en nuestro mal inglés en explicar a un policía que queremos hacer llegar un mensaje a un taxista que sabemos que es amigo suyo. Era para que lo pusiera en el “libro de visitas” de su taxi.
El texto, un pequeño escrito en catalán y en castellano, va acompañado de una traducción al árabe para que Said, el taxista (ahora nuestro amigo!), pueda entenderlo.
El mensaje dice así:
Said (“Javi” en inglés) no es tan solo un muy buen conductor y taxista, sino también una bellísima persona, honesta, noble y honrada como no las hay! No habla demasiado, es cierto, pero sus constantes “no problem” y “I’m not Ali-Baba” son totalmente ciertos!
Os solucionará cualquier problema y no os engañará nunca!
Por la precipitación y los problemas de la despedida no habíamos podido dejar el mensaje en su “Book”, una pequeña agenda repleta de entusiásticas recomendaciones de anteriores clientes.
¿Cómo es posible que tengamos tanto interés en hacer llegar ese mensaje de reconocimiento y apoyo a una persona que simplemente nos prestaba un servicio y a la que hemos conocido y tratado tan solo dos días y medio?
¿Cómo es posible que yo tenga los ojos enturbiados por las lágrimas contenidas y que no pueda quitarme de la cabeza ni, sobretodo, del corazón la imagen de Said estrechando mis manos con fuerza después de habernos dado dos besos, como hacen los amigos en Egipto, en medio de una turba de taxistas asombrados?
Supongo que es debido a la verdadera magia de Egipto, que no esta en la antigua belleza de sus monumentos, ni en el esoterismo de las pirámides sino justo en el centro del corazón de las personas que lo habitan!
Pero para que entendáis mejor la historia, tal vez será mejor que empiece por el principio...
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