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Diario

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  • #31
    ahyyyyyy Gabby aun recuerdo la primera vez que lei este capitulo de tu diario y como llore, y como vuelvo a llorar, es que esa cancion deberia ser un himno universal y con orgullo les cuento a los que no sepan que Violeta Parra es Chilena.

    Amiga has saboreado como poca gente este pais hermoso.

    Gracias

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    • #32
      Gabby...

      el hombre es capaz, cuando se lo propone, de hacer cosas buenas que duran para siempre......

      Cuanta razón tienes......

      Entusiasmo, alegría.....nunca se iran del todo.....esta implantado en tu sistema operativo, en tu disco duro

      Te sigo y ahora además te doy las gracias por compartir.....

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      • #33
        Gracias

        Gracias, gracias, gracias...
        Sólo eso puedo decirte.
        ...vive y deja vivir...

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        • #34
          Luego le grito a mi marido por jugar a la ps2. Ahora mismo me estoy dando cuenta, que yo estoy más enganchada a tu diario que él a jugar.

          Ojala todos los vicios o aficiones fueran como esto ¿no?

          Por cierto ni se te ocurra pensar que nos aburres. No ves cómo estamos todos?

          Gracias por todo
          Idoya

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          • #35
            Estrella: Gracias por la lectura y por compartir todo esto.

            Tit: No me digas que no es una lata, porque si no amenazo con escribir hasta que me quede sin huellas en los dedos, jeje. Me alegra compartir contigo, las canciones que significan algo en la vida (para mí por lo menos seguro)

            Taja: Gracias a ti, te lo dije al principio, es un honor compartirlo contigo

            Patty querida, creo que te lo comenté en aquel tiempo, para mí sí que ha sido mi himno. Hay días difíciles, pero en ellos recuerdo la canción y al cantarla y repetir sus frases, me doy cuenta de todas las cosas por las que estoy agradecida, entonces el día malo, ya no lo es. Gracias.

            Nefert - maat: muchas gracias por compartir esa frase. Y gracias por recordarme todo lo que hay en el disco duro, es que me han reformateado varias veces, pero lo que dices sí, ahí sigue, jeje.

            Ladychena: a ti gracias, por compartir conmigo todas estas andanzas.

            Idoya: Jeje, te entiendo perfectamente. Yo estoy enviciada con el foro, a escribir, a compartir. Je mi mamá siempre ha dicho que el escribir es un peligro para mí, porque todo lo que no hablo lo escribo y entonces no guardo secretos, mis secretos, jeje, si ella leyera todo esto a la pobre le daría un supiritaco. Pero bueno, éste es mi vicio ahora que he dejado el cigarro (ya son tres semanas!!!)

            En fin, a todos mil, mil gracias. Aunque suene pesada, no me canso de decirlo. También les comento que les dejo dos capítulos más porque estaré en receso hasta dentro de diez días, porque hoy continuamos la aventura, de Egipto vamos a Francia y brrrr!!! me voy a congelar. Que tengan todos unas felices fiestas, que el próximo año sea en resumidas cuentas MARAVILLOSO.

            Y pues, aquí estaremos

            Besitos

            6. Así estoy yo

            Extraño como un pato en el Manzanares,
            torpe como un suicida sin vocación,
            absurdo como un belga por soleares,
            vacío como una isla sin Robinson,
            oscuro como un túnel sin tren expreso,
            negro como los ángeles de Machín,
            febril como la carta de amor de un preso...,
            Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
            Perdido como un quinto en día de permiso,
            como un santo sin paraíso,
            como el ojo del maniquí,
            huraño como un dandy con lamparones,
            como un barco sin polizones...,
            así estoy yo, así estoy yo, sin ti.
            Joaquín Sabina



            Domingo. El despertador sonó a las siete de la mañana. Pero mi reloj biológico me dijo, no, duerme, duerme, es domingo. Pero en Egipto, como en muchos lugares árabes, los horarios cambian. La semana laboral comienza el domingo y Pierre tenía que estar en su oficina a las ocho de la mañana, después de media hora de camino. Así que me desperté para ayudarle con su ropa, que todavía tenía empacada. El pantalón y su camisa estaban todos arrugados y él sin ningún apuro se la iba a poner así. No, no, espera que te la plancho. En México tenía mi plancha supercalifragilisticoespiralidosa de vapor de última tecnología y aquí me encontré con una plancha, cuyo cordón para la electricidad era de hilo y no tenía ninguna ranura para que vertiese agua, calentaba tanto que tuve que ir a la cocina por un trapo para sostenerla. Voy a comprar otra plancha, le dije. No, porque no podemos comprar mil cosas para después dejarlas. Pero con esto no voy a poder, voy a quemar la ropa. Pues no planches, a mí no me importa estar arrugado. No me gustó el comienzo del día. ¿Qué vas a hacer hoy? Me preguntó realmente intrigado. ¿Vas a saber llegar al supermercado?, compra lo que necesites, llama a la compañía de internet para que lo conecten, come donde quieras, yo llego a las siete. Se me hace tarde. Besos, te quiero, nos vemos. Cerré la puerta y por primera vez tenía frente a mí una vida cotidiana, en un país diferente donde prácticamente nadie hablaba mi idioma, un piso vacío y la necesidad de comer. Entonces comencé con una inspección física del lugar, qué hace falta. En la cocina, todo. En el baño, también. Por qué la lavadora de ropa está en el baño y la secadora, no hay secadora. Ya con mi lista en mano, tomé una ducha y salí con mi uniforme: vaqueros y camisa. Me sentía incómoda por las miradas de las personas, los hombres que se acercaban me decían cosas y yo no entendía qué. Y yo me hacía chiquita, como Mowgli llegando de la selva a la ciudad. Al intentar cruzar la Calle Bagdad, no pude repetir la hazaña de Pierre y me quedé esperando que alguien me cediera el paso y pasaron cinco minutos y después diez, cuando iban a ser quince minutos de espera, un policía se acercó y amablemente con su pulgar izquierdo paró el tránsito hasta que estuve a salvo del otro lado. No había caminado ni trescientos metros y ya quería volver a casa, pero tenía cosas que hacer. Así que apreté el paso y llegué al Metro, una tienda perteneciente a una cadena de pequeños súpermercados. El aire acondicionado nunca había sido para mí tan refrescante. Tomé un carrito y me puse a investigar. Quería encontrar una marca conocida, comida que me permitiera seguir con mi identidad. Llevaba una lista de frutas, mango, mandarina, pomelo, aguacate. Y me encontré con naranjas, manzanas, peras, dátiles, papaya e higos. Bueno, me dije, llevaré un poco. Ya lo compensaré con jamón de york y chorizo y un buen queso, pero nada. No carne de cerdo. Bueno, iremos a la carnicería por carne vacuna. Me quedé un buen rato observando las vitrinas refrigeradas y la carne no tenía buen aspecto, qué es esto, qué es aquello preguntaba con mi inglés rudimentario. Pollo, paloma, carne de camello, me contestaban mientras a mí se me quitaban las ganas de comprar algo. Shokran, shokran. Y los dejaba, mostrándome la carne de camello. Me acerqué a los lácteos y todos los frascos y botes sólo tenían inscripciones en árabe, entonces yo no sabía si aquello era yogurth, o leche o nata. Ay, qué experiencia. Me regresé casi a la entrada para comprar un shampoo y la mismo, todo en árabe. Hasta que brilló ante mis ojos una marca conocida, toda la línea Dove estaba delante de mí, y para mi sorpresa todas las letras posteriores estaban en español. Lo tomé entre mis manos como si fuera un tesoro sagrado y comencé a llorar, después de todo el choque cultural no me sentía tan sola. Una mujer que estaba a mi lado, al verme, prefirió alejarse. Seguro yo estaba loca. Y realmente loca me volví cuando vi el precio: setenta y cinco libras por un shampoo mediano, o sea ciento cincuenta pesos mexicanos, ¡quince euros por un shampoo!. Entonces me di cuenta que aunque las marcas estuvieran en árabe, muchos productos tenían el mismo envase que en mi país y así comencé a poner en el carrito todas las cosas que la mercadotecnia había plantado en mi cabeza, fijándome antes en el precio. Traduciendo primero los números árabes de un papelito que llevaba y después convirtiéndolos a pesos. Después de haber dado no menos de quince vueltas por todo la tienda, me percaté que tenía a un grupo de personas, todos empleados, siguiendo mis pasos. Hasta que uno de ellos se acercó y me preguntó algo en árabe. No hablo árabe, le dije en inglés. One moment, entonces llegó el gerente de la tienda al que también tuve que decirle que no hablaba árabe. Es que usted parece egipcia, pero no lo soy. Perdone, pero me comentan que lleva más de una hora recorriendo la tienda, ¿necesita algo?. Todo el grupo de empleados me rodeaba. Sí, que me dejen hacer mis compras con calma le respondí. Pero lo que realmente quería era que alguien me ayudara, pero el orgullo me impidió decirlo. Obviamente ya no tuve calma y me acerqué a las cajas. Esa era la parte sencilla, registraban los artículos, me cobraban, yo pagaba y salía corriendo. Pero cuando llegó el momento de “me cobraban” la señorita con una sonrisa me dijo: meyya we jamsa, ¿meyya qué?, ¡no hablo árabe!. Meyya we jamsa, repetía una y otra vez. Hasta que de nuevo apareció el gerente y me dijo son ciento cinco libras, en inglés. Y añadió, si usted no es egipcia de dónde es. De México. ¿De México, no se dónde sea eso, qué idioma habla? Español. ¡Oh, español, hola qué tal, hola, hola pepsicola, Real Madrid! Como no tenía intención de dar un recorrido geográfico le dije, sí, Real Madrid (aunque prefiero al Barça). Un joven, acomodó las cosas en bolsas y no aceptó la propina cuando quise dársela. Cogí mis bolsas y salí a enfrentarme con el calor. Y en ese momento me sentí en un juego de fútbol con un balance poco favorable: Egipto 1, Gabriela 0. En el trayecto a casa una señora se acercó y amablemente me dijo, en árabe y después en inglés,que la blusa que llevaba mostraba demasiado, algo transparente. Logré entender. Gol. 2,0. El marcador no me gustaba nada. Así que llegué al cuartel general para analizar el juego. Yo creía que era juego amistoso y estaba resultando bastante hostil. No quería salir más, quería quedarme en casa hasta que Pierre llegara o en su defecto, hasta que aprendiera la manera correcta de comportarme. Pero para eso me hacía falta internet, así que cumplí con mi segunda encomienda del día. Contratarlo. Traerían el módem a casa al siguiente día. Mientras tanto permanecí atrincherada en mi cuartel, fraguando mi primer estrategia: comunicarme con el exterior para saber del interior. Pierre llegó a las nueve de la noche. ¿Has comprado todo? Todavía no termino. ¿Qué tal te ha ido? Todo bien, maravilloso, le mentí. Porque sabía que el marcador final no podía resultar tan malo. Sólo que mañana me quedo en casa porque van a venir a instalar internet y prefiero quedarme.

            Todo transcurrió con calma esa noche y la mañana siguiente la dediqué a limpiar, lavar y todas esas cosas que también para mí eran novedad. A las cuatro de la tarde, llegaron a instalarlo y extrañamente me sentí comunicada. Comencé a teclear en el buscador, vivir en Egipto, costumbres en Egipto, encontré un foro donde solicité ayuda, pero pasaron las horas y no obtuve respuesta. Llegó Pierre y sentí que el día había sido estéril. Me sentía sola, me rondaba en la cabeza una canción de Joaquín Sabina Extraño como un pato en el Manzanares, /torpe como un suicida sin vocación,/absurdo como un belga por soleares,/vacío como una isla sin Robinson,/oscuro como un túnel sin tren expreso,/negro como los ángeles de Machín,/febril como la carta de amor de un preso...,/Así estoy yo, así estoy yo, sin ti./Perdido como un quinto en día de permiso,/como un santo sin paraíso,/como el ojo del maniquí,/huraño como un dandy con lamparones,/como un barco sin polizones...,/así estoy yo, así estoy yo, sin ti. Me preguntó qué tal me había ido durante el día. Aburrido. Y, ¿cómo te sientes?. No podía decirle que me sentía bien, así que le dije, me siento extraña, torpe, absurda, vacía, negra, febril, perdida y huraña. Date tiempo, observa, aprende. Fue su respuesta junto con un abrazo que me decía, aquí estoy.

            Al día siguiente, intenté seguir con mi búsqueda por la red. Si no encontraba ayuda, tenía decidido no quedarme en casa y salir a buscar por mi cuenta las respuestas y a seguir jugando. Encontré un foro en donde hablaban de viajes para esta tierra. Me puse a leer los mensajes recientes en el foro, hablaban de un Egipto que no conocía, de los lugares fascinantes que habían sido mi sueño. Y entonces me volvió el ánimo. Coloqué un mensaje sin esperar una respuesta, pero la obtuve. De nombres que en ese momento me resultaban extraños, pero que fueron un bálsamo para las heridas de la soledad. Comprendí entonces que tal vez, no iban a poder responder a todas mis dudas, pero ahora tenía con quién hablarlas. Ya no estaba tan perdida ni extraña. Ahora comenzaba mi viaje, con una renovada ilusión y con nuevos amigos para poder compartir mis experiencias. Ese día comencé a conocer Egipto gracias a las miradas de muchos ojos.

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            • #36
              7. Todo a pulmón

              Qué difícil se me hace
              mantenerme en este viaje
              sin saber a dónde voy en realidad.
              Si es de ida o de vuelta,
              si el furgón es la primera
              si volver es una forma de llegar.
              Alejandro Lerner



              A partir de ese martes, mi postura ante el Cairo había cambiado. Esa semana me dediqué a observar y a equivocarme. Fue la mejor forma de aprender. Me dediqué a leer detenidamente todos los mensajes que estaban guardados en el foro de la página web y tomé nota de los aspectos que consideré más importantes. Y me dediqué también a llenar mi departamento. Pierre había dicho, no compres cosas que después no podamos llevar. Así que compré lo necesario: utensilios de cocina, ceniceros, platos y vasos; también un bambú, que ha sido mi compañero desde que el piso era un amasijo color arena. Lo importante de todas estas cosas, fue que me permitieron conocer gente y que en muchos lugares el regateo no es válido, como llegué a suponer. En una ocasión entré en una tienda a comprar unos platos que me habían gustado mucho y el precio por cada uno eran diez libras. Realmente era un precio justo con respecto a la calidad, pero yo quería hacer mis pininos en el arte del regateo. Pero mis deseos terminaron cuando le dije al buen hombre que eran muy caros. Se me quedó viendo ¿cuántos va a llevar? Cinco, le contesté. Si se lleva cinco, se los pongo en nueve cincuenta. ¿Nueve cincuenta? Es mucho. Di media vuelta, dirigiéndome a la salida. Yo esperaba que él al ver perdida la venta, fuese hasta mí para ofrecerme un mejor precio. Pero se quedó tranquilo, bebiendo un café. Pero en verdad quería los platos, así que regresé. Me los llevo. El buen hombre sonrío, los envolvió con cuidado y me dijo, señorita, esto no es khan el jalili, aquí los precios son fijos. Así que, bajando la cabeza, salí con mi compra con un gusto extraño en la boca. En otra tienda, sucedió casi lo mismo, pero el dueño muy amablemente me dijo que también los precios eran fijos, pero que casi siempre los encontraría escritos en árabe. Y que, en muchas ocasiones, al verme extranjera aumentarían el precio. Así que dedicó media hora a repasar conmigo los números, hasta que yo pudiese reconocerlos sin asistencia. Además me ofreció un té para mitigar el calor. Esa semana, visité casi todas las tiendas que existen sobre la calle Bagdad y pude acercarme más a la gente. Amables, silenciosos pero alegres, receptivos y abiertos a otras culturas, respetuosos y parlanchines. Sosegados, tal vez lentos para mí. Así conocí a George, Mohamed, Ahmed, casi todos los hombres que conozco llevan alguno de estos dos últimos nombres, y con muchos de ellos pude entablar un contacto en inglés o en señas. Siempre acompañado de un vaso con karkadé, té o café. En distintos momentos del día caminan por la calle hombres con una pipa colgada al hombro ofreciendo alguna de estas bebidas. También conocí a Samira, una chica musulmana, que me enseñó a hablar con los hombres sin ser irrespetuosa, no debía acercarme mucho a ellos, no debía tener contacto físico, aprendí a reír bajito y nunca criticar delante de ellos su país. También me aconsejó usar en lugar de camisas occidentales, túnicas de algodón sueltas en el talle y con mangas largas que no se ajustaran a los brazos. Conocí entonces la tienda de otro Ahmed. Cuando entré a su establecimiento le saludé: Salam Aleikuom. Yo esperaba la respuesta: Aleikuom Salam. Pero sólo me respondió inclinando la cabeza. Me mostró las túnicas, suaves, delgadas y de colores brillantes. Compré dos, para probar. Cuando le pagaba me dijo: señorita, no todos los egipcios somos musulmanes y no todos respondemos al saludo que usted hizo al entrar. Algunos nos podríamos sentir ofendidos. Es mejor que utilice Salam o Marsalam. Agradecí su consejo y regresé a casa tomando nota, grabando en mi mente todas las pequeñas cosas que me permitirían estar más cómoda en este largo viaje. Y así, sin sobresaltos y con aprendizaje, transcurrió aquella semana.

              Durante la noche del siguiente martes no pude dormir. Al día siguiente por la tarde partiríamos rumbo a Asuán. Pierre tenía un fin de semana largo que comenzaba el jueves y quiso que lo aprovecháramos. Estuve soñando despierta. Soñaba con mi encuentro con Ramsés II en su templo. Soñaba con Luxor y Karnak, con el Valle Tebano. El miércoles preparé las maletas, aunque no me importaba llevar cosas. Lo imprescindible, mi cámara fotográfica y Pierre. El tren saldría a las ocho y media de la noche. Pierre llegó una hora antes. El hambre lo mataba. Así que paramos a comprar unas hamburguesas que nos fuimos comiendo en el taxi. Yo estaba molesta porque no me gusta comer en movimiento y con prisa. El tráfico era increíble, atascos en cada calle. El taxista, quien yo creía sería lento por su edad, no menos de ochenta años, demostró su pericia al volante, se lanzaba a toda velocidad en medio de dos carriles, rebasaba izquierda a derecha y visceversa, mientras yo creía que me ahogaría con un trozo de carne o con una papa frita. Llegamos a la Estación Ramsés a las ocho y quince. En las casi dos semanas que tenía en el Cairo no había visto tanta gente en un mismo lugar. Fuimos corriendo a informes del Coche Cama. Ni un alma para atendernos. Estaban en el momento de la oración. Los minutos corrían y nuestra desesperación se encontraba en su máximo punto porque no podíamos hacer nada. Perderíamos los boletos, doscientos dólares tirados a la basura. A las ocho veintinueve, por fin nos indicaron el andén, el número ocho. Sólo un minuto para recorrer la estación. Cuando llegamos un tren partía. Corrimos, casi volamos, gritamos en español, francés e inglés que por favor se detuviera, toda la gente que esperaba en el andén nos miraba con extrañeza. Cuando vimos el carro número dos estuvimos a punto de saltar a él, pero un brazo nos detuvo. Sus billetes, por favor. El tren aceleraba en su marcha. Es que ése era nuestro tren, le dije con una mezcla de decepción y rabia al chico que tenía nuestros billetes en la mano. Se dirigió a Pierre, ése no era su tren, el suyo está retrasado. Saldrán en media hora. Toda la gente a nuestro alrededor nos miraba y sonreía. Nosotros no sabíamos a dónde mirar ni dónde quedarnos, por el espectáculo que acabábamos de montar. Fueron treinta minutos interminables. Hasta que la luz de una locomotora apareció en medio de la penumbra. Pasó ante nosotros, en el segundo y tercer carro, se podían ver en las ventanas a militares armados vigilando el tren, después vagones para tercera clase, donde los asientos se vislumbraban de madera y sin cristales en las ventanas, segunda clase con los asientos estrechos y cristales rotos, la primera clase era como la segunda pero cuidada y al final, dos vagones de coche cama. El chico que nos había pedido los billetes dijo, ahora sí este es el suyo. Y subimos los primeros. Un espacio pequeñito con un sofá, dos puertas. Una contenía un pequeño lavabo y un espejo y la otra un pequeño armario. Tocaron a la puerta y apareció Mohamed (otro). Buenas noches, soy el hombre a cargo. La cena la servimos a las diez y el desayuno a las siete de la mañana. Llegaremos a Asuán a las ocho. Once horas de viaje. Por la ventana sólo se podían observar algunas luces al salir de la ciudad.

              Pierre me había dicho que ya había arreglado todo con respecto al viaje. Pero cuando estábamos ya instalados cogió su guía y su móvil y comenzó a llamar a distintos hoteles en Asuán para reservar y preguntar las tarifas. Queríamos algo muy económico, pero limpio, con aire acondicionado y baño en la habitación. Yo no lo podía creer, ya me veía deambulando por las calles de Asuán sin tener una cama para dormir. Después de varios intentos, conseguimos uno cercano a la estación por ochenta libras la noche con desayuno incluido. Gracias a que Mohamed tocó a la puerta, esa noche no hubo guerra campal. Al fin y al cabo, sería un viaje de verdadera aventura. La cena fue abundante y sabrosa, carne, pollo, pescado, pasta, Om Alí, pastelillos, fruta, cerveza, vino y café. Cuando recogieron los restos de aquel manjar Mohamed acondicionó el lugar, apareció una litera con camas individuales. Dos almohadas mullidas, sábanas limpísimas y un cobertor ligero. Además teníamos una temperatura constante de veintidós grados. Pierre se quedó en la cama de abajo. Se dispuso a leer sus guías y antes de dormir me preguntó ¿qué es lo que te atrae tanto de los lugares a los que vamos? Todo, le respondí. Pero sólo son piedras. Sí, pero piedras que han resistido al hombre, a la guerra, a la paz, a las culturas, a las costumbres. Está bien, está bien, veremos si tus piedras me hablan igual que a ti. Sabía que tendría que estar ahí para enamorarse como yo. Apagué la luz y observé la penumbra que había detrás de la ventana y pensé en México y en mi nueva vida en el Cairo y pensé en el largo camino que tenía por delante. Difícil, sí. Enriquecedor, también. Novedoso, más. Canté mentalmente algo que me servía de oración nocturna Que difícil se me hace /Mantenerme en este viaje Sin saber adonde voy en realidad /Si es de ida o de vuelta /Si el furgón es la primera /Si volver es una forma de llegar /Que difícil se me hace /Cargar todo este equipaje /Se hace dura la subida al caminar /Esta realidad tirana /Que se ríe a carcajadas /Porque espera que me canse de buscar /Cada nota, cada idea /Cada paso en mi carrera /Y la estrofa de mi última canción /Si cada fecha postergada /La salida y la llegada /Y el oxígeno de mi respiración /Y todo a pulmón /Todo a pulmón. Sí, las cosas no habían resultado sencillas, pero las recibiría, las haría, todas.. a pulmón.

              Cerré los ojos. Al amanecer Asuán nos estaría esperando.

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              • #37
                que interesante
                Hay momentos en la vida en los que callar se convierte en una culpa y hablar en una obligación. Un deber civil, un desafío moral, un imperativo categórico del que uno no se puede evadir.

                sn tA n Wp-wAwt

                jw=sn n aDt nt srtjw Hmw-bjtj

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                • #38
                  CECI, piensa que también estoy pendiente de leerme tu diario , pero es que como le dije a flor no puedorrrrr, no tengo tiempo ni para eso, ya sabeis que yo empezé el mio y me quedé en el tercer dia , ya seguiré , pero es que el viaje a Egipto , me pasó factura y a ver si ya me salgo de los follones y me reincorporo. pero que no me olvido de ninguno de vosotros ni vosotras.
                  Seguir ya veré como os cojo........UN BESOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO.
                  pero a ver como te lo montas para contarnos tus ocho meses y no dejarte nada de nada. JE JE.

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                  • #39
                    ahyyyyyy Gabby, q he estado varios dias sin entrar en el foro
                    Guauuuuuuuuu, que belleza de expresiones, sentimientos, no se,
                    que lástima que no hayas podido contactar con Flor de Loto!
                    Creo que he destronado a mi capitana, a partir de hoy y después de estos relatos que aún no he podido terminar -pero tenia que contestarte algo antes- Gabriela 5 - Egipto 3
                    sigue, contandonos y mas aún si te sirve para estar mas animada -increible y valientes experiencias las vividas en tu Egipto- que logicamente ni se acercan al Egipto Turista -que de por si solo ya impacta-
                    Animo guapa. andaleeeee, y saludos a Pierre
                    un beso!

                    Comment


                    • #40
                      ¡Vaya aventura!

                      Todo lo que nos pasa en la vida se puede ver de diferentes maneras....
                      Si sabes sacar lo mejor de lo que te acontece , toda tu vida sera una aventura.....

                      Ese trenecito me ha gustado.....y las canciones de "tu vida" momentos musicales que te acompañan...

                      Un besazo

                      Comment


                      • #41
                        Gabby, todavía no he podido intervenir en este tema porque estaba....en Egipto!!!Ya sabes lo que yo pienso de tu diario y me alegro que hayas decidido publicarlo para nuestros compañeros del foro asi ellos también podrán conocerte y saber la persona tan maravillosa, sensible, inteligente, cariñosa,..... que eres.

                        Gracias por dejarnos asomarnos al balcon de tu corazón y de tu vida.

                        Un abrazo, amiga mía......

                        Comment


                        • #42
                          Ays nos vas a dejar aquí espectantes de tu aventura, no sé si podremos aguantarlo jejej
                          Espero que disfrutes de estos días de merecido descanso y de Egipto. Sabremos esperar la continuación de tu relato que estos días todos estaremos muy liados.
                          Un abrazo
                          Brujita

                          Comment


                          • #43
                            querida cecilia:

                            Me ha emocionado leer tu diario. Me parece que tienes raza de novelista, yo que tu aprovecharía tu año en Egipto para construir un relato como estás haciendo y mandarlo a una editorial. Me parece que iba a gustar muchisimo.

                            para mi fue un descubrimiento. Tiene un toque romántico que le va muy bien y el aturdimiento de una joven occidental haciéndose a una ciudad nueva, distinta, es delicioso. Tengo que decir que lo imprimí para leerlo más tranquilamente y a ratos, en el trabajo, deseaba volver a casa para continuar la lectura. Luego me daba cuenta de que no se trataba de un texto del que pudiera echar mano, lo que me entristecía, sino que estaba forjándose.

                            Te di un aspecto, te imaginé con los vaqueros y las blusas... sigue, porque lo haces muy bien y tienes un buen argumento y a nosotros nos está encantando leerlo. Un beso

                            Comment


                            • #44
                              Hola amigos!!!

                              Primero que nada FELIZ AÑO a todos, que éste sea un año lleno de cosas buenas. En fin, después de estas "accidentadas" vacaciones, me dispongo a bombardearlos de nuevo con mi diario.

                              Semiramis: Je, lo que pasa es que Egipto es interesante.

                              Regga: Hombre, no te preocupes, que esto es largo, muy largo, jeje Y si te soy sincera, prefiero verte más a menudo y que también sigas comaprtiendo con nosotros lo que está pendiente, eh?

                              Nefert - Maat: Jajaja, a qué sí? Todo puede ser una aventura, en la vida uno no se aburre. Gracias por comaprtir, en verdad.

                              Flordeloto: Jajajaja, pues deberías no seguir comentando y venir de nuevo para acá. Y bueno, sabes que lo importante de todas estas vivencias es poder compartirlas. Y aquí puedo hacerlo a gusto. Gracias de todo corazón.

                              Brujita: Espero que estés súper bien y que te hayas divertido mucho. Jeje, y pues aquí estoy, dando "lata" de nuevo.

                              Pamo: Mil gracias por tu comentario, jeje, se me suben los colores. La verdad es que en el fondo de mi corazón me encantaría poder publicar esto (jaja, pues me dedico a escribir y creo que es el sueño de cualquiera) pero tengo que ser realista y a mi relato le falta muuuucho para ser bueno. En este caso, lo importante para mí, como lo dije antes, es poder comaprtir todo esto con ustedes. Hay gente que puede no entender la fascinación que tenemos por Egipto y tengo la seguridad de saber que ustedes me comprenden. Mil, mil gracias.



                              8. Llueve sobre mojado

                              "Hay una lágrima en el fondo del río/de los desesperados,/Adán y Eva no se adaptan al frío
                              llueve sobre mojado."

                              Joaquín Sabina y Fito Paez

                              Abrí los ojos y casi caigo de la litera. No recordaba donde estaba. Había sido una noche cómoda, descansada, no se escuchaba ningún ruido. Fui hacia la ventana y pude observar un cambio en el paisaje. El tren seguía la visible línea del Nilo, y adornándolo, puede ver palmeras, flores, sembradíos cuyo color llenaba la vista, los hombres a esa hora labraban sus campos vestidos con galabeias azul celeste y blancas. El sol apenas despuntaba y permitía ver todas estas escenas como si fuesen un sueño. Estuve ahí algunos minutos, viendo como el día aclaraba, y pasamos por un pequeño poblado de casas multicolor, había rojas, amarillas, verdes, azules, y todas con ribetes en otro color adornando puertas y ventanas. Indudablemente algún poblado nubio. Bajé la mano para molestar un poco a Pierre que no perdona un minuto de buen dormir, ya estamos llegando, le dije. Se levantó de un salto. Pero todavía nos quedaba hora y media de camino. Cogió de nuevo su almohada y refunfuñando, volvió a dormir. A las siete en punto, Mohamed llamó a la puerta con el desayuno en las manos. Jugo de naranja, café no del todo mal, pastelillos, croissants, queso, aceitunas, mantequilla y mermelada y una sonrisa y un buenos días en los labios. Estaba tan a gusto, que me daba un poco de pena tener que dejar el tren. Me hubiese gustado llevarlo conmigo. Nos arreglamos un poco y esperamos con impaciencia la llegada a Asuán. A las ocho y veinticinco, Mohamed volvió a llamar, estamos llegando. Cogimos nuestras maletas y nos acercamos a la puerta. Eran las ocho y media en punto cuando el tren se detuvo. Bajamos del tren y la primera impresión que tuve fue que Asuán era tierra caliente, extremadamente caliente. El sol golpeaba con toda su fuerza y convertía todos nuestros movimientos en lentitud. Qué distintos rostros, cuánta expresión en las miradas. La gente ahí tenía un color de piel envidiable, tostada, ojos enormes, oscuros y profundos, cabellos nigérrimos que contrastaban con los colores claros de su vestimenta. Gente del hotel nos espera, dijo Pierre. Pero nunca supimos si esto fue verdad. En la salida nos esperaba un número agobiante de taxis y vendedores. Yo había leido en la guía que el hotel estaba a dos calles de la estación. Pero de pronto Pierre siguó a un hombre a su taxi. Es del hotel, me dijo. Subimos al taxi y dimos una vuelta sobre la cornisa del río. Son quince libras, le dijo el hombre cuando llegamos. Eso fue un robo, efectivamente sólo dos calles nos separaban de la estación, pero no quisimos discutir. Queríamos ducharnos. Pierre pagó y entramos al hotel. Sencillo, limpio. Así era la entrada. Nos asignaron una habitación y al momento de pagar, la persona que estaba en recepción quiso cobrarnos diez libras más de lo pactado. No, no, no, dijeron ochenta y eso es lo que pago, dijo Pierre molesto. El hombre no replicó y aceptó las ochenta libras. Cuando llegamos a la habitación, tuve el enorme impulso de bajar y decirle, regréseme cuarenta. Pero sabía que no podía pedir más, era un precio muy económico para dos personas. Y por lo menos tenía aire acondicionado. Dos camas pequeñitas, un baño donde sólo cabía uno de nosotros, toallas que bien les servirían a los enanitos de Blanca Nieves, y los muebles que daban pena por lo desgastado que estaban. Nos dimos una ducha rápida y bajamos a conocer. En recepción nos ofrecieron el viaje a Abú Simbel al día siguiente. Pierre, que sabía que yo no estaba muy contenta, aceptó de inmediato. Caminamos sobre el malecón del Nilo, pero el calor era terrible. Yo quería montarme en una calesa y Pierre accedió, sin mucho ánimo. El chico que la conducía hacía alarde en cada momento de sus conocimientos en lenguas. Nos habló en inglés, español, francés, italiano. Dijo que podía hablar fluidamente en siete distintas. Pero cuando llegamos al Museo de la Nubia, olvidó todos los idiomas. En árabe nos pedía el doble de lo que habíamos pactado, además de una propina. Para esto querías que viniéramos aquí. Estalló Pierre. Sólo quieren vernos la cara. Te la verán a ti, que pareces gringo y dulcifica el tono de tu voz cuando me hablas. Le contesté, también enojada. El chico nos vio tan molestos, que cogió lo que Pierre le daba y emprendió la graciosa huida. Perdona. No te preocupes. Es que me desespero. Yo también. Bueno, aquí no ha pasado nada. Los dos queríamos tener un buen viaje, y no estábamos dispuestos a que nadie (ni nosotros) afectara nuestra aventura. La entrada al museo fue el principio para saber que la seguridad en esa zona era intensa. Revisaron minuciosamente nuestras pertenencias, pero pudimos acceder con la cámara. Instalaciones modernas, climatizadas, con una buena museografía. Mi primer encuentro con Ramsés II fue ahí, dos enormes efigies custodiaban el centro del recinto. Toda la historia del pueblo nubio desde la prehistoria, arte, armas, joyería, esqueletos fosilizados. Comencé a sacar fotografías de todo y desde todos los ángulos. Pero no supe en qué momento Pierre se apoderó de la cámara y no la soltó. Estaba impactado con la prehistoria, después con la época faraónica, después la romana, la islámica y la copta, llegamos a la parte en donde recrean la vida y costumbres nubios. Para ese momento, Pierre olvidó que yo existía. Leía, observaba, sacaba fotos, volvía a observar. Para un francés que no conoce el Louvre y que no es afecto a los museos, eso era algo increíble. Yo me sentía feliz al verlo. Hasta que de pronto, tuve una baja súbita de azúcar. Me dolía la cabeza, estaba mareada, los labios secos. Pierre, Pierre, me siento mal. Ajá, ya nos vamos. Sólo déjame sacar de nuevo fotografías de Amón Ra. Pierre que en verdad me siento mal. Y Pierre ya se había alejado. Tuve que sentarme y dos personas de seguridad se acercaron para preguntar si me encontraba bien. Casi no podía hablar. Alcancé a decir por favor azúcar, una coca cola. Perdí el sentido por un momento y me cargaron hasta la entrada y me colocaron en una silla cerca de un ventilador. Acto seguido me llevaron una coca cola. Me sentí un poco mejor. Pero Pierre seguía en lo suyo. Se enteró media hora después, cuando le pidieron amablemente que se retirara, porque era la hora de cerrar. Cuando salió me vio sentada en la silla. ¿Tienes mucho rato esperando? Es que tus piedras me están gustando. Una de las personas que me había ayudado, le dijo que me había sentido mal y que por eso estaba ahí. Ah, pero ¿ya te sientes mejor?. Sí, un poco. Qué bueno, porque quiero hacer fotografías del exterior, ¿vamos?. El calor era realmente asfixiante, pero Pierre estaba feliz con la vista de Asuán que se lograba desde ahí. Yo de nuevo me sentí mal. Y hasta ese momento se enteró de lo que había sucedido dentro del museo. Así que me dijo, vamos a sentarnos a algún lugar y tomamos algo. Paramos a un taxi, y pactamos que nos llevaría a distintos lugares durante seis horas. Primero nos llevó a un restaurante a un kilómetro del hotel Old Cataract, donde pudimos observar una panorámica de Asuán y sus increíbles contrastes desérticos por un lado y por otro llenos de vida. Ahí el servicio fue inmejorable y nos atendieron con rapidez. Comencé a sentirme mejor. De vuelta en el taxi, el calor era de nuevo agobiante. El taxista nos comentó que habían batido récord ese día en la temperatura, cuarenta y siete grados a la sombra. Nos llevó al Old Cataract y pudimos ver los hermosos y bien cuidados jardines, al obelisco inacabado en donde por primera vez yo no sentí nada, para mí realmente eso era una piedra, a los templos coptos, a las mezquitas, y a la pequeña presa, la que fue insuficiente en un momento de la historia y dio paso como una buena madre a una construcción de proporciones colosales. Desde ahí tuvimos una perspectiva hermosa y diferente de Philae y del Templo de Isis. Nuestro taxista explicaba cada lugar, nos esperaba con paciencia y nos aconsejaba sobre los mejores lugares para comprar, con él viajaba su nieta, una hermosa niña de unos cinco años, que se protegía de los rayos del sol agazapada en el hueco que había entre el asiento y el tablero. De vez en cuando nos regalaba una sonrisa y buscaba con su manita la ropa de su abuelo. Regresamos al hotel dos horas antes de lo previsto y para nuestra sorpresa, nuestro querido taxista quiso cobrar sólo treinta libras, la mitad de lo pactado. Pierre le dio los sesenta y me preguntó si traía caramelos. Como mi respuesta fue negativa, bajó del taxi y en la tienda que había junto al hotel compró una carga enorme de dulces que le dio a la niña. Hasta antes de llegar al museo yo no tenía claro quien era más piedra: si Pierre (haciendo honor a su nombre), o las “piedras” que tanto criticaba. Pero en ese momento y cuando vi que estrechaba su mano blanca a la de aquel hombre sonriente, me di cuenta que siempre debajo de las piedras podemos encontrar un corazón que late, con mucha fuerza.

                              Dormimos algo más de una hora. Al despertar decidimos visitar el bazar de Asuán, del que sólo nos separaba una calle. Fue una sorpresa tan agradable. En medio de la oscuridad de la noche, estallaba ante nosotros el color, los aromas y las formas. El ambiente se llenó de todos ellos. Y comenzamos a caminar. Me impresionó darme cuenta que los vendedores tienen una capacidad para conocer tu nacionalidad o por lo menos tu lengua sólo con verte. A mí de inmediato me decían Hola, hola pepsicola y a Pierre acto seguido, Bon soir; ça va?. Yo quería acercarme a todos los lugares y embriagarme del aroma y el color. En uno de ellos, el dueño me dijo. ¿Quiere ver? Sin compromiso. Y en verdad, sin compromiso puso sobre mi mano canela, vainilla, clavo, azafrán, curry, mejorana, un poco del karkadé que colmaba algunas cestas y todas las especias que tenía. Pierre tenía curiosidad por saber qué era el polvo azul brillante que se distinguía entre las especias. Y nuestro guía en colores, le regaló una bolsita con un poco de polvo. Es colorante para telas, mencionó. Y así como nos había recibido, nos dejó ir. Galabeias, camisetas, frascos de cristal, pirámides, figuras de faraones y dioses, tapices, pañuelos, antigüedades, todo lo que nos rodeaba era un gusto para los sentidos. De pronto, dejó de escucharse el bullicio. La gente comenzó a guardar su mercancía y a arrojar agua sobre el asfalto de las calles. Pensamos que ya era tarde y que pronto cerrarían. Seguimos caminando y decidimos ir a cenar a un restaurante flotante en el Nilo. En el camino, una ligera lluvia de arena comenzó a cubrirnos. El viento se hizo más intenso. Mientras cenábamos tuvieron que cerrar las ventanas, porque el viento volaba servilletas, vasos, cubiertos y en general todo lo que había sobre las mesas. Al salir, la lluvia de arena se intensificó con el viento. Nos costaba trabajo caminar, las ramas comenzaron a caer de los árboles, a la mitad del camino, teníamos arena en los ojos, en la ropa, y no podíamos ver lo que había a cincuenta centímetros de distancia. Tardamos el doble de tiempo en volver al hotel. Cuando llegamos, las puertas estaban cerradas, tuvimos que tocar para que nos vieran. Cuando abrieron la puerta, el joven que estaba en recepción nos miraba de arriba a abajo. La tormenta ha sido muy fuerte, ¿verdad?, esperemos que termine pronto, porque si no tendremos que cancelar la excursión a Abú Simbel. Les llamaremos a las tres de la mañana. Buenas noches. No podía creer que existía la posibilidad de no llegar a mi cita con Ramsés II. Mi ánimo se vino abajo. Pero al entrar al ascensor olvidé por un momento la tristeza. Ante nuestros ojos, en el espejo, vimos dos figuras semejantes a pollo empanizado antes de freir. Reímos todo el camino hasta la habitación. Pero al meter la llave en la cerradura, y tratar de abrir la puerta, ésta no se movía. Y entonces recordé. ¡Habíamos dejado la ventana abierta!. Bajamos a recepción y algunas personas nos acompañaron para intentar abrir. Tres hombres lo consiguieron. La tormenta se había instalado en nuestra habitación, el viento corría libre a través de ella. Todo estaba cubierto por una gruesa capa de arena. Cerramos la ventana y sacamos nuestras pertenencias como pudimos. Nos asignaron otro cuarto para poder pasar la noche, o lo que nos quedaba de ella si la tormenta amainaba. Nos llovía sobre mojado, como dice la canción Hay una lágrima en el fondo del río/de los desesperados,/Adán y Eva no se adaptan al frío
                              llueve sobre mojado. Cuántas emociones en un sólo día. Faltaría algo más. Yo estaba cansada y me perdí en el sueño. Esperando con intriga que fueran las tres de la mañana.

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                              • #45
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                                Precioso relato Gaby, que facilidad tienes para transmitir tus sentimientos y emociones en cada momento. Cuando relatas el episodio del tren, me estaba imaginando, en el departamento de al lado a Hercule Poirot.

                                Feliz Año Gaby. Espero que hayas tenido muy buenas vacaciones en La France.

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