Bueno gente, se acerca el final del viaje
Con mucho retraso, pero aquí teneis la penúltima entrega.
Ojalá disfruteis leyéndola.
Ahí va.
De nuevo el despertador. Me incorporo y me siento sobre la cama. Hago algunos estiramientos y movimientos corporales para ver como va todo. No estoy en plenitud de facultades pero creo que no tendré problemas para superar el día que se avecina. Dolor leve pero llevadero.
Bajamos a desayunar. El buffet es bastante completo aunque después del ayuno cualquier cosa parece un manjar. Nos sentamos en la terraza, al lado de la piscina. Es muy grande. El ambiente es agradable, incluso un poco fresco. Se agradece.
Hoy toca día completo en el Cairo. Tengo ganas de verlo, por fin, de día, con luz natural. No me defraudará, seguro.
Salimos en un microbús. Lo prefiero. Parece que estemos más integrados en el caos que desde la altura de un gran autobús.
Es increible. Sigue habiendo la misma cantidad de coches. La ciudad ni descansa de día ni duerme de noche.
Procuro no perderme nada de lo que ocurre a mi alrededor. Es imposible. Todo sucede muy deprisa. Con cualquier parpadeo se escapa algo.
A nuestro lado circula un camión cargado de sacos amontonados. Parecen inestables. Delante, otro camión que transporta 3 dromedarios en batería. Están tranquilos. Parecen acostumbrados.
A nuestra izquierda otro camión atraviesa la mediana de la calzada para no tener que dar un rodeo. Es el primero de varios que le siguen.
Las sorpresas son constantes.
El guia nos comenta que se encomendó a un grupo de japoneses expertos en el tema, la misión de intentar organizar y ordenar el tráfico de el Cairo. Al cabo de un tiempo tuvieron que marcharse habiendo fracasado en el intento.
Estamos llegando a nuestro primer destino de la jornada: la mezquita de Mohamed Ali o de Alabastro ( por el material con el que está construida).
Ya desde bien lejos destaca el escalonado de cúpulas blancas reflejando los rayos del sol. Guarda parecido con la bizantina basílica de Sta. Sofia de Constantinopla.
Una vez dentro, descalzados y las mujeres con los hombros cubiertos, lo primero que vemos en el patio es el reloj que el rey francés Luis Felipe dio a cambio de uno de los obeliscos del templo de Luxor y que ahora se encuentra en la plaza de la Concordia de París. El reloj jamás funcionó.
Desde el patio pasamos al interior de la mezquita. Hay mucha gente. Todo el suelo está cubierto por alfombras. Ciento de tulipas redondas recubren otras tantas bombillas de luz. Parecen pompas de jabón suspendidas en el aire. En el centro una gran lámpara de cristal.
Pasamos a la terraza de la parte trasera. Desde allí la visión es amplísima, no así la visibilidad. La contaminación hace que las imágenes se nublen y adquieran un aspecto grisaceo. Aun así, disfruto contemplando la ciudad desde la atalaya.
La siguiente visita es al barrio Copto, donde se encuentran los vestigios de la religión cristiana en el Cairo.
A la entrada del convento de San jorge hay un grabado de madera en la parte superior de la lucha de S.Jorge y el dragón. Me da por pensar en el dia de la rosa y el libro, en las ramblas de BCN. En el interior aun viven monjas.
De allí nos dirigimos a la sinagoga de Ben Ezra, uno de los pocos monumentos judios que restan en el Cairo. Las callejuelas son muy estrechas. Parecen un laberinto.
La última parada de la mañana es en el museo egipcio.
La fachada es de un color rojo que se aproxima al rosa. Los jardines exteriores, llenos de gente, están verdes. Parecen bien cuidados.
El guia nos comenta lo que la mayoria de nosotros ya sabiamos: dentro no se pueden hacer fotos. Dejamos la cámara en el microbús y guardo una botella de agua fresca en mi mochila.
Pasamos el arco de seguridad y la mochila por el escaner. Algo pasa. Cogen mi mochila y la vuelven a pasar por el escaner. Pregunto que "qué ocurre". Respuesta: "knife" ( cuchillo). Se acerca el guia. Me traduce lo que dice el personal encargado de la seguridad. A traves del escaner se ve un cuchillo dentro de la mochila. Me apartan del grupo y empiezan a registrar. No se que pensar. Deberia estar tranquilo pero no lo estoy.
Finalmente encuentran lo que buscaban. Respiro de alivio cuando descubren que es el minitripode de la cámara de fotos. Bebo un trago de agua. Lo necesito. Por fin empieza la visita.
El espacio interior parece estar desbordado por infinidad de piezas. Parece algo desordenado.
Despues de algunas explicaciones subimos a la 1ª planta. Hay un olor demasiado fuerte para un museo. Me resulta familiar. Camino unos pasos y todo se explica: están cubriendo el pavimento con un rollo de suelo sintético encolado.
Llegamos a los sarcófagos de Tutankhamon. No me los imaginaba tan grandes. Entramos en la sala. Allí están expuestos los objeto encontrados en su tumba y destacando sobre todos ellos, la máscara funeraria. ¿ Quién le puede aguantar la mirada? A mí me resulta difícil. Aunque no creo en según que cosas, parece que inconscientemente hay algo de sugestión.
Llega la hora de comer. Lo hacemos dentro de un barco. Las vistas del rio son bonitas.
Acabamos de comer y nos encaminamos al bazar Khan El Khalili. Accedemos por una plaza llena de cafés y teterias. Las calles, estrechas de por sí, aun lo parecen más por el gentio.
Todo es abigarrado. Mezcla de colores, olores, ruidos y movimiento.
El exterior de las tiendas está totalmente cubierto por los artículos y objetos a vender: chiladas, pufs, shishas, teteras, pañuelos, camisetas... y cualquier cosa relacionada con Egipto y la cultura árabe
Compramos, con el pertinente regateo, algunas cosas para regalar y acabo haciendo lo que para mí es la mejor compra desde que estoy en Egipto, o por lo menos la más rentable: varios gramos de azafrán por 2€.
Se nos acaba el tiempo. Tenemos que volver al microbús.
Durante el trayecto de vuelta al hotel oigo a algunos que explican orgullosos sus "hazañas" en el arte del regateo, dejando incluso de comprar alguna cosa porque el vendedor no quiso rebajar 1€ de más, cuando aquí, en España, habrian pagado cinco veces más del precio que les ofrecian. Me dan pena.
Por un momento veo las pirámides a lo lejos.
Llegamos al hotel y después de cenar cogemos un taxi y nos vamos al hotel Sheraton Royal Garden. Allí se alojan Miguel y Vero, los sevillanos.
Es la última noche que nos veremos y decidimos pasar un rato juntos tomando algo y fumando shisha en la terraza del hotel.
Mañana partimos de vuelta a España. El avión sale a las 11h de la noche. Es perfecto. Podremos ver las pirámides antes de irnos. Menos mal.
Ha sido una jornada trepidante, cansada. Pero es un cansancio gozoso, otro dia inolvidable. Para enmarcar.
Espero el dia de mañana con impaciencia.
Con mucho retraso, pero aquí teneis la penúltima entrega.
Ojalá disfruteis leyéndola.
Ahí va.
De nuevo el despertador. Me incorporo y me siento sobre la cama. Hago algunos estiramientos y movimientos corporales para ver como va todo. No estoy en plenitud de facultades pero creo que no tendré problemas para superar el día que se avecina. Dolor leve pero llevadero.
Bajamos a desayunar. El buffet es bastante completo aunque después del ayuno cualquier cosa parece un manjar. Nos sentamos en la terraza, al lado de la piscina. Es muy grande. El ambiente es agradable, incluso un poco fresco. Se agradece.
Hoy toca día completo en el Cairo. Tengo ganas de verlo, por fin, de día, con luz natural. No me defraudará, seguro.
Salimos en un microbús. Lo prefiero. Parece que estemos más integrados en el caos que desde la altura de un gran autobús.
Es increible. Sigue habiendo la misma cantidad de coches. La ciudad ni descansa de día ni duerme de noche.
Procuro no perderme nada de lo que ocurre a mi alrededor. Es imposible. Todo sucede muy deprisa. Con cualquier parpadeo se escapa algo.
A nuestro lado circula un camión cargado de sacos amontonados. Parecen inestables. Delante, otro camión que transporta 3 dromedarios en batería. Están tranquilos. Parecen acostumbrados.
A nuestra izquierda otro camión atraviesa la mediana de la calzada para no tener que dar un rodeo. Es el primero de varios que le siguen.
Las sorpresas son constantes.
El guia nos comenta que se encomendó a un grupo de japoneses expertos en el tema, la misión de intentar organizar y ordenar el tráfico de el Cairo. Al cabo de un tiempo tuvieron que marcharse habiendo fracasado en el intento.
Estamos llegando a nuestro primer destino de la jornada: la mezquita de Mohamed Ali o de Alabastro ( por el material con el que está construida).
Ya desde bien lejos destaca el escalonado de cúpulas blancas reflejando los rayos del sol. Guarda parecido con la bizantina basílica de Sta. Sofia de Constantinopla.
Una vez dentro, descalzados y las mujeres con los hombros cubiertos, lo primero que vemos en el patio es el reloj que el rey francés Luis Felipe dio a cambio de uno de los obeliscos del templo de Luxor y que ahora se encuentra en la plaza de la Concordia de París. El reloj jamás funcionó.
Desde el patio pasamos al interior de la mezquita. Hay mucha gente. Todo el suelo está cubierto por alfombras. Ciento de tulipas redondas recubren otras tantas bombillas de luz. Parecen pompas de jabón suspendidas en el aire. En el centro una gran lámpara de cristal.
Pasamos a la terraza de la parte trasera. Desde allí la visión es amplísima, no así la visibilidad. La contaminación hace que las imágenes se nublen y adquieran un aspecto grisaceo. Aun así, disfruto contemplando la ciudad desde la atalaya.
La siguiente visita es al barrio Copto, donde se encuentran los vestigios de la religión cristiana en el Cairo.
A la entrada del convento de San jorge hay un grabado de madera en la parte superior de la lucha de S.Jorge y el dragón. Me da por pensar en el dia de la rosa y el libro, en las ramblas de BCN. En el interior aun viven monjas.
De allí nos dirigimos a la sinagoga de Ben Ezra, uno de los pocos monumentos judios que restan en el Cairo. Las callejuelas son muy estrechas. Parecen un laberinto.
La última parada de la mañana es en el museo egipcio.
La fachada es de un color rojo que se aproxima al rosa. Los jardines exteriores, llenos de gente, están verdes. Parecen bien cuidados.
El guia nos comenta lo que la mayoria de nosotros ya sabiamos: dentro no se pueden hacer fotos. Dejamos la cámara en el microbús y guardo una botella de agua fresca en mi mochila.
Pasamos el arco de seguridad y la mochila por el escaner. Algo pasa. Cogen mi mochila y la vuelven a pasar por el escaner. Pregunto que "qué ocurre". Respuesta: "knife" ( cuchillo). Se acerca el guia. Me traduce lo que dice el personal encargado de la seguridad. A traves del escaner se ve un cuchillo dentro de la mochila. Me apartan del grupo y empiezan a registrar. No se que pensar. Deberia estar tranquilo pero no lo estoy.
Finalmente encuentran lo que buscaban. Respiro de alivio cuando descubren que es el minitripode de la cámara de fotos. Bebo un trago de agua. Lo necesito. Por fin empieza la visita.
El espacio interior parece estar desbordado por infinidad de piezas. Parece algo desordenado.
Despues de algunas explicaciones subimos a la 1ª planta. Hay un olor demasiado fuerte para un museo. Me resulta familiar. Camino unos pasos y todo se explica: están cubriendo el pavimento con un rollo de suelo sintético encolado.
Llegamos a los sarcófagos de Tutankhamon. No me los imaginaba tan grandes. Entramos en la sala. Allí están expuestos los objeto encontrados en su tumba y destacando sobre todos ellos, la máscara funeraria. ¿ Quién le puede aguantar la mirada? A mí me resulta difícil. Aunque no creo en según que cosas, parece que inconscientemente hay algo de sugestión.
Llega la hora de comer. Lo hacemos dentro de un barco. Las vistas del rio son bonitas.
Acabamos de comer y nos encaminamos al bazar Khan El Khalili. Accedemos por una plaza llena de cafés y teterias. Las calles, estrechas de por sí, aun lo parecen más por el gentio.
Todo es abigarrado. Mezcla de colores, olores, ruidos y movimiento.
El exterior de las tiendas está totalmente cubierto por los artículos y objetos a vender: chiladas, pufs, shishas, teteras, pañuelos, camisetas... y cualquier cosa relacionada con Egipto y la cultura árabe
Compramos, con el pertinente regateo, algunas cosas para regalar y acabo haciendo lo que para mí es la mejor compra desde que estoy en Egipto, o por lo menos la más rentable: varios gramos de azafrán por 2€.
Se nos acaba el tiempo. Tenemos que volver al microbús.
Durante el trayecto de vuelta al hotel oigo a algunos que explican orgullosos sus "hazañas" en el arte del regateo, dejando incluso de comprar alguna cosa porque el vendedor no quiso rebajar 1€ de más, cuando aquí, en España, habrian pagado cinco veces más del precio que les ofrecian. Me dan pena.
Por un momento veo las pirámides a lo lejos.
Llegamos al hotel y después de cenar cogemos un taxi y nos vamos al hotel Sheraton Royal Garden. Allí se alojan Miguel y Vero, los sevillanos.
Es la última noche que nos veremos y decidimos pasar un rato juntos tomando algo y fumando shisha en la terraza del hotel.
Mañana partimos de vuelta a España. El avión sale a las 11h de la noche. Es perfecto. Podremos ver las pirámides antes de irnos. Menos mal.
Ha sido una jornada trepidante, cansada. Pero es un cansancio gozoso, otro dia inolvidable. Para enmarcar.
Espero el dia de mañana con impaciencia.
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