Cronológicamente la evolución de la industria lítica en Egipto es similar a muchos otros centros de población del Paleolítico, las piezas más antiguas son hachas de mano de considerable tamaño que irán evolucionando hasta los microlitos del Paleolítico final.
Algunos de los yacimientos más fecundos en restos de este período se encuentran en Khasgah, Kom Ombo (al norte de Asuán) y Heluán (al sudoeste de Giza).
Cuchillo: empuñadura de marfil decorada con hileras de animales en relieve; hoja de sílex con el borde inferior dentado. Sohag: Sheikh 3200BC
El progresivo cambio climático influyó decisivamente en la retirada de las comunidades sedentarias hacia los lagos y las mismas orillas del Nilo, las tierras fértiles habitadas durante el Paleolítico medio e inferior sufrieron un proceso de desertización.
Entre los yacimientos más importantes neolíticos se encuentra el de Merimde-beni-Salameh, situado en el margen sudoeste del Delta y próximo a éste. Aparecen chozas de paredes de caña con soportes fijados en la tierra y utensilios de cerámica. Se ha observado que se desarrolló una primaria forma urbanística (alineación de las cabañas) y la forma de ocupación del terreno será (mezcla de las zonas de habitación con las destinadas a los enterramientos) similar a las adoptadas en las primeras fases del Nagada I. Al contrario que los habitantes del sur, que desde tiempos tempranos, adoptaron un sistema social jerarquizado, en Merimde-beni-Salameh no se han detectado signos de esta organización social, tanto las cabañas como los enterramientos son pequeños y sin rastro de ostentación. Sus habitantes eran fundamentalmente agricultores, tanto la cerámica como la fabricación de utensilios resulta limitada y tosca con respecto a la cultura desarrollada en Alto Egipto.
Existe otro yacimiento neolítico en el ámbito geográfico del Bajo Egipto, se trata de Fayum A. Sus habitantes son agricultores y ganaderos, pero muy dependientes aún de la caza y de la pesca. Su producción c Merimde-beni-Salameh erámica es arcaizante, incluso comparada con la producida en Merimde.
El Neolítico en el Alto Egipto está representado por el yacimiento de El-Baradi, cuya cultura se desarrolla en los años anteriores al 4000 a.C. Entre los avances más destacados de los badarienses se encuentra el uso del horno para la producción de alfarería, en este campo se consigue un alto desarrollo llegando a unos asombrosos niveles de perfección téctica. Las piezas de cerámica badarienses son características por la bicromía ornamental, se decoran a base de dos colores contrastados (negro y rojo de brillo casi metálico) e incisiones continuadas (ondas). Además de la magnífica cerámica, en el yacimiento de El-Badari se han encontrado pequeños utensilios fabricados con dientes de los grandes mamíferos del entorno (hipopótamos) y de marfil procedente del sur de Egipto.
La especialización conseguida por la cultura badariense anticipa el desarrollo de Nagada I y agudiza las diferencias evolutivas con el Bajo Egipto.
El mayor problema que presenta este período es establecer una cronología razonablemente unificada. Algunos autores creen que pudo desarrollarse paralelamente al Badariense. Sin embargo, la opinión más generalizada entre los especialistas es que Nagada I es la consecuencia evolutiva del Badariense, cultura representada por el yacimiento de El-Badari (finales del Neolítico). Aún teniendo en cuenta ambas teorías, un hecho reconocido por todos los especialistas es que ambas manifestaciones, Badariense y Nagada I, son culturas específicas del Sur, Nagada I sólo tendrá desarrollo en el Alto Egipto al norte de la actual Lúxor; las diferencias evolutivas entre el Alto y el Bajo Egipto ya se pusieron de manifiesto al tratar el Neolítico y seguimos insistiendo en ello por las consecuencias que tendrán en el período histórico (proceso de unificación política).
Evolución de los estilos de cerámica prehistórica egipcia, de Naqada I a Naqada II y Naqada III
La zona situada en la margen izquierda del Nilo era muy rica en materiales, lo que contribuyó decisivamente a la evolución de la cerámica, destacando la especialización de las técnicas que se materializa en la fabricación de pasta vítrea (uso ornamental) y en la creación de objetos, sofisticados, de cobre y aleaciones con oro y plata.
La alfarería será el capitulo más destacado en la cultura de Nagada I no sólo por la perfección técnica, comparable con culturas muy posteriores, sino por la innovación tipológica e iconográfica. Surge la decoración naturalista y geométrica, articulada esta última a base de incisiones rellenas de pasta blanca sobre fondos oscuros; se mantienen, de forma paralela, las piezas bicromas (negro y rojo) ya conocidas desde el Badariense. En cuanto a la tipología, no podemos dejar de sorprendernos ante la variedad y riqueza de formas , testimonio de la imaginación desplegada por los alfareros egipcios ya desde tiempos predinásticos. Las formas ornamentales son igualmente extraordinarias, se reproducen figuras animales, repertorio alusivo a la fauna del entorno, esta iconografía incluye también figuración humana con escenas de caza en un medio acuático.
Las paletas cosméticas (utensilios para moler los pigmentos como la malaquita, verde, y el khol, negro, que eran la base para el maquillaje de los ojos), adquieren mayor complejidad, pasan de las sencillas formas geométricas a formas antropomorfas, estos bellos objetos tenían un uso cotidiano y práctico pero también ritual, estas últimas son las más interesantes ya que presentan los primeros signos de escritura jeroglífica, según algunos historiadores (Gardiner) será en estos momentos cuando se inicia el desarrollo de la escritura en Egipto.
El último grupo de objetos amratienses que debemos destacar es el integrado por las pequeñas esculturas y los utensilios labrados. Los materiales empleados abarcan un amplio espectro, desde la blanda calcita (alabastro) cuyas propiedades permiten trabajos sencillos y de fácil ejecución, hasta las rocas eruptivas de estructura micro o macrocristalina de gran dureza (diorita), con estas rocas se fabricaron vasos de paredes sorprendentemente finas, piezas que tuvieron un claro sentido ritual-funerario, estos bellos objetos son muy escasos debido a la enorme dificultad de fabricación.
Entre los utensilios labrados en piedras duras hay que citar las hachas troncocónicas y discoidales, cuyo uso desaparece al final del período Amratiense, sin embargo el signo jeroglífico que identifica este objeto permanecerá en época histórica con valor fonético.
El yacimiento arqueológico de esta cultura se encuentra en el margen occidental, a 26 Km. de Luxor. Será el núcleo de uno de los primeros proto-estados del Valle. El cementerio, situado detrás del centro de población, es el más grande que se ha conservado de esta época, existe otra pequeña necrópolis asociada a las familias de gobernantes de Nagada, lo que permite pensar en una sociedad estructurada de forma jerárquica, base fundamental del planteamiento social-político de toda la cultura del Antiguo Egipto.
Nagada II es la última etapa del período predinástico, se experimenta un considerable avance técnica, económico y social que culminará con el proceso de unificación.
Cronológicamente Nagada II coincide con la cultura representada por el yacimiento de Meadi desarrollada en el Bajo Egipito, más evolucionada que las últimas fases de Merimde-beni-Salameh. En el norte se verá por primera vez el cobre, la producción cerámica es abundante y bastante depurada. Los restos arqueológicos de Meadi, por su grado de evolución, hacen pensar que fue un punto de paso en las rutas comerciales de los habitantes del sur en su camino hacia Sinaí y Palestina; otra explicación, planteada por los especialistas como respuesta al yacimiento de Meadi, es que pudo ser una provincia de la cultura Nagada II, en todo se sabe que será la avanzada cultura Geerzense la que terminará por imponerse en todo el territorio egipcio, llevando a cabo el proceso de unificación política.
A diferencia de sus predecesores, los hombres del Geerzense mantuvieron frecuentes contactos con culturas del exterior, se relacionaron con los habitantes del entorno mediterráneo y con pueblos como los libios. Estos contactos influirán en su ya floreciente sociedad, se producirá un mayor refinamiento en el desarrollo artístico, una buena prueba de la sofisticación que alcanzó el arte geerzense el el magnífico repertorio cerámico que conservamos. os egipcios del Geerzense usaron un tipo de arcilla que daba como resultado una piezas cerámicas de tonos amarillentos y grises, no presentan decoración incisa con pasta blanca (cerámica Nagada I) que será sustituida por pigmentos rojos. Los motivos ornamentales siguen el gusto por la naturaleza, es muy frecuente la decoración de grandes vasijas con procesiones de animales, desde estos momentos y proyectándose en época histórica la decoración animalística es de corte naturalista, en el arte egipcio no encontraremos una tendencia a la figuración de animales fantásticos como ocurre en las culturas orientales contemporáneas. Los motivos vegetales también están presentes en los objetos cerámicos, al igual que las figuras animales son plantas reconocibles en el entorno natural: ramas de palmera, plátano salvaje, aloe, etc.
Es quizá, el repertorio antropomorfo lo que más llama nuestra atención, será frecuente encontrar la representación de barcos, muy adaptados a la pieza de cerámica, con una gran atención por el detalle incluyendo a los tripulantes. Es interesante observar como las formas humanas ya presentan algunos convencionalismos que serán constantes en gran parte del arte faraónico. Las figuras son de canon estilizado, los hombros se ven de frente, mientras que las piernas aparecen de perfil, las cabezas son aún formas muy básicas indicadas a través de un simple círculo, en algunas ya se puede ver un ojo. Las formas femeninas alzan los brazos por encima de la cabeza, el busto y las caderas se marcan de forma significativa, siguen manteniendo las piernas de perfil y el busto de frente.
La labor escultórica merece una mención especial, destaca por su refinamiento. Los vasos tallados en durísimas rocas, como la diorita, granito o basalto, alcanzan una gran perfección y mayor difusión que en períodos anteriores. Las características de estas hermosas piezas como su gran resistencia y riqueza cromática hacen pensar en un uso ritual, posiblemente fueron objetos que formaban parte de los ajuares funerarios, utensilios dignos de ser usados por el individuo en la vida que debía emprender tras la muerte (las raíces de las creencias mágico-religiosas egipcias se remontan a tiempos remotos). Dentro del capítulo escultórico se deben incluir las paletas cosméticas, las formas adoptadas en el período anterior se complican, existen algunos ejemplos donde dos animales se enfrentan o entrecruzan sus cuellos. El material más frecuente es la pizarra con incrustaciones de hueso para los ojos.
Los restos pictóricos (pintura mural) no han sobrevivido en gran número, sin embargo, debemos destacar los conservados en una tumba (nº 100) de Hieracómpolis, la construcción era de ladrillo y adobe decorada con una serie de frescos, debió pertenecer a un monarca de finales del período predinástico (ya existía una fuerte jerarquía social). Lo que nos sorprende de estas pinturas no es tanto los rasgos formales, todavía sin definir claramente, sino algunos de los motivos iconográficos que se proyectarán en época histórica. En primer lugar encontramos la representación del vencedor, que con una maza golpea a sus enemigos situados a sus pies (este motivo es fundamental en la Paleta de Narmer, ya dentro del período histórico); es segundo motivo a destacar es el gobernante situado debajo de un dosel, que aparecerá en escenas, más tardías, relacionadas con la fiesta sed o jubileo del faraón.
La transición del período predinástico al histórico transcurre de una forma algo ambigua. Los historiadores no han podido plantear hipótesis claras y concretas sobre el hecho más destacado de la Historia de Egipto, nos referimos al proceso de unificación del Alto y Bajo Egipto. El argumento más aceptado se basa en el dominio del Sur sobre el Delta. El proceso de unificación no deja de ser una consecuencia lógica en unas comunidades en las que el nacimiento del Estado estaba a punto de producirse, aunque a diferentes ritmos; en el Alto Egipto posiblemente existía una mayor confianza y unidad, mientras que el Delta estaba dividido en pequeñas comunidades independientes.
El primer gran centro de poder tras la unificación política de Egipto se estableció en Hieracómpolis, situada en la región más meridional del Alto Egipto fue un importante será un importante enclave urbano, así lo atestiguan las ricas tumbas encontradas en el amplio yacimiento arqueológico que es actualmente. Fue cuna de la monarquía egipcia, constituye un núcleo de población más reducido del existente durante el período predinástico pero con una mayor densidad y actividad.
En Esta época destaca una pieza excepcional, tanto por calidad y significado como estado de conservación, se trata de la Paleta del Rey Narmer. Fechada dentro de la dinastía I (2920-2770 a.C.) Se le considera el unificador del Alto y el Bajo Egipto, lo que parece testimoniar la paleta cosmética conmemorativa que lleva su nombre. Es la primera pieza de carácter monumental del arte egipcio, aunque su tamaño no sobrepase los 66 cm. de alto su mensaje es lo suficientemente solemne para aceptar esta consideración.
El anverso recoge tres registros desarrollados horizontalmente, en el más importante (superior) aparece el rey Narmer tocado con la doble corona (Alto y Bajo Egipto), acompañado de su séquito se dispone a inspeccionar en grupo de hombres decapitados que representan al ejército enemigo. En el registro central aparecen dos animales fantásticos enfrentados que enlazan su largo cuello formando el lugar destinado a la mezcla de los afeites; el registro inferior supone una nueva manifestación de poder del Estado emergente, en la escena se representa a un toro (símbolo del vencedor) pisoteando a un hombre bardado (símbolo del ejercito enemigo); el remate de la paleta consiste en dos cabezas de vaca vistas de frente, entre ellas aparece el nombre del nuevo monarca de las sería algo como la unificación de las «dos tierras» en escritura jeroglífica.
En el reverso sobresale la figura del rey, ocupando gran parte de la composición. En esta ocasión lleva la corona del Alto Egipto, de forma que ya no queda duda sobre su origen y reforzando la teoría de que la unificación de las sería algo como la unificación de las «dos tierras» supuso un conflicto bélico donde la cultura del sur, más desarrollada, se impuso a las comunidades del Delta. El Rey Narmer golpea a un hombre que cae a sus pies y representa a los pueblos del Bajo Egipto, escena que es explicada a través del criptograma que aparece al lado; el registro inferior está ocupado por dos figuras humanas, bien adaptadas a la forma de la pieza, que posiblemente representan dos ciudades.
La importancia de esta pieza es excepcional no sólo como documento histórico, sino como fuente fundamental para las artes plásticas desarrolladas en las siguientes etapas, en sus relieves ya aparecen definidos con claridad algunos convencionalismos presentes en todo el arte egipcio: perspectiva jerárquica (los personajes de mayor importancia siempre aparecen con mayor tamaño), ley de frontalidad (torso de frente y piernas y cabeza de perfil) y disposición de la narración en registros bien diferenciados. El arte egipcio buscará y creará unos ideales que se van a repetir constantemente, no existe la idea de espontaneidad en el arte oficial que tendrá un carácter ritual, las creencias mágicas-religiosas son consustanciales a la sociedad egipcia por lo que la producción artística buscará unos modelos que satisfagan las necesidades simbólicas de la religión, aunque hay una vertiente naturalista en el arte egipcio, supondría un error considerar que se busca la belleza por la belleza en el arte, para encontrar esta concepción artística tendremos que esperar la llegada de la Antigüedad. Clásica. La Paleta de Narmer inaugura la vertiente oficial del arte egipcio.
Las dos caras de la paleta del Rey Narmer están decoradas con escenas rituales o históricas
La estela de Wadji procede de las excavaciones de Abydos, situada en la orilla oeste cerca de la moderna Beni Mansur a unos 168 Km. de Luxor. Los restos más antiguos se remontan al período predinástico, fue un importante centro de culto, el templo de Osiris en Abydos se mantuvo activo hasta época grecorromana. Las excavaciones arqueológicas (dirigidas por Petrie) han sacado a luz numerosas tumbas reales y pertenecientes a altos dignatarios y nobles, vinculadas en su mayoría a la Dinastía II (2770-2649 a.C.) La riqueza y sofisticación de los ajuares funerarios indican el grado de perfección que ya habían alcanzado las artes suntuarias y la escultura egipcias.
El desarrollo urbanístico es uno de los rasgos que caracteriza los primeros momentos del período dinástico, hecho íntimamente ligado al surgimiento del Estado. Hieracompolis será en principal núcleo de la nueva monarquía, situada en el límite meridional del Alto Egipto. Se ha constatado la existencia de comunidades desde tiempos predinásticos, durante el Imperio Antiguo seguirá manteniendo su importancia convirtiéndose en ciudad amurallada, posteriormente experimentará un declive poblacional, pero su templo seguirá manteniendo su importancia. Junto a Hieracómpolis debemos destacar los yacimientos de Abydos y Saqqara como centros de gran importancia arqueológica en el estudio de los edificios y tumbas de estos momentos.
El primer monarca de la Dinastía III (2649-2575 a.C) fue el faraón Zoser (Horus Netjerikhet Djser), al que debemos uno de los más impresionantes y monumentales conjuntos funerarios de la historia de Egipto. Zoser fue heredero del último monarca de la Dinastía II Manetón, pero con el nuevo faraón se marca un período histórico diferenciado, hecho que se debe sin duda a la construcción del excepcional conjunto funerario. La primera diferencia importante con respecto a tumbas anteriores es el uso de la piedra, Zoser plantea un verdadero monumento para la eternidad.
El gran conjunto funerario se construyó en Saqqara, cerca de la capital de Imperio Antiguo: la ciudad de Menfis (a 3 Km. del río en la orilla oeste y a unos 25 Km. del actual El Cairo). Menfis conservará su importancia administrativa y será un importante centro económico durante épocas posteriores, su origen se remonta a la Dinastía I según los restos arqueológicos encontrados en torno a la ciudad.
El conjunto de Zoser constituye un punto de partida para el desarrollo posterior de la arquitectura funeraria; en las múltiples construcciones de las que consta el conjunto encontramos ya algunos de los elementos característicos de la arquitectura ritual egipcia. La gran novedad de este gran monumento es, sin duda, el material empleado, es el primer recinto funerario construido enteramente con piedra; la intención de Zoser fue construirse una morada para la eternidad, este rasgo y la existencia de numerosos edificios anexos a la gran pirámide escalonada indican que ya existía un complejo corpus religioso.
El recinto mide 278 m x 545 m, estaba acotado por un muro cuya altura original se ha estimado en unos 10 m, este impresionante muro estaba articulado con bastiones y saledizos dispuestos a distancia regular, recordando a las fachadas de los edificios palaciegos de la I y II dinastía (estos palacios sólo los conocemos a través de relieves). El ritmo del muro queda interrumpido por una serie de portales falsos (la entrada auténtica se encuentra en la esquina sudoeste) que dan la impresión de estar abiertos al recinto. El estado de conservación tanto del muro como del resto del conjunto era lamentable, se restauró casi en su totalidad usando en la medida de lo posible el material original y completando la labor con caliza procedente de Tura, cantería situada en la orilla opuesta y explotada para la construcción original del conjunto funerario.
Presidiendo el recinto funerario de Zoser se eleva la gran pirámide escalona, con una base de 125×109 m. y una altura de más de 60 m., desvinculada del resto de los edificios domina el entorno. Está formada por seis escalones irregulares, como si fueran una superposición de mastabas. Los bastos bloques de piedra fueron cubiertos por un revestimiento de caliza de mejor calidad. Bajo la estructura piramidal se abre la cámara funeraria a la que se accede a través de un pozo, está construida con granito rojo procedente del lejano Asuán, en el límite de Nubia. Por encima de la cámara funeraria se diseñaron una serie de corredores laberínticos, probablemente destinados a evitar la profanación de la cámara mortuoria, en uno de ellos se han encontrado tres relieves que ofrece una visión del faraón ocupado en diversas labores rituales, estas escenas estaban destinas a la contemplación única del faraón en su vida en el más allá. Todavía encontramos una cámara más, también subterránea era la dedicada a contener el inmenso ajuar funerario que Zoser debía disfrutar en su vida de ultratumba, entre las piezas conservadas del tesoro del faraón cabe destacar las numerosísimas vasijas talladas rocas de gran dureza, algunas pertenecientes a monarcas anteriores según se desprende de las inscripciones jeroglíficas.
El resto de los edificios del recinto tienen una función mágica-ritual vinculada a la monarquía. El portal de acceso daba paso a un corredor cubierto con losas de piedra, cuyos muros estaban articulados con columnas fasciculadas adosadas a los lados, los fustes de las columnas adquieren formas que nos recuerdan a elementos naturales (como los troncos de palmera), este hábito constructivo está relacionado con la tradición anterior que usaron materiales más frágiles como la madera; los nichos formados por los huecos entre las columnas estaban destinados a albergar estatuas del rey, entre ellas destaca una que contiene una inscripción con el nombre del genial arquitecto Imhoped, creador del monumental conjunto y del que nos ocuparemos más tarde. El corredor que acabamos de describir desemboca en un amplio patio, conocido como patio de «la aparición real», desde aquí tenemos una vista directa de la gran pirámide. Adyacente a éste se encuentra el patio de la «fiesta sed» o ceremonia de jubileo, el ritual ser se celebraba a los 30 años de mandato de un faraón (así ocurrió durante el Imperio Antiguo, la fiesta sed estuvo sujeta a modificaciones posteriormente), la ceremonia tenía como finalidad rejuvenecer al faraón, proporcionarle vitalidad y fuerzas renovadas. En este espacio (patio de la fiesta ser) se encuentran reproducidos los elementos básicos de la ceremonia del jubileo.
Pirámide escalonada de Zoser, Saqqara
Plataforma escalonada en la que se ubicaba el doble trono, simbolizando el Alto y el Bajo Egipto. Destinado a la eterna entronización del rey Zoser como señor de las «dos tierras». Santuarios dedicados a las divinidades que debían ser testigo de la coronación del rey. En ocasiones estos santuarios estaban consagrados a divinidades concretas como la diosa-buitre de El-Kab, instalada en el edificio que representaba el Bajo Egipto o la diosa-cobra Uadyet vinculada con el Delta (los santuarios podían estar consagrados a otras divinidades). Estos edificios de pequeñas proporciones reproducen, al igual que todos los elementos del conjunto, parte de la vida ritual cortesana, Su presencia aquí garantiza la continuidad de estos ritos en el más allá. Parece que el origen de los santuarios son las antiguas construcciones de carácter efímero en el contexto de la fiesta sed, con el tiempo se convirtieron en otro símbolo de la unificación política de los dos egiptos bajo el mandato de un único rey-dios. Cada santuario posee un estilo arquitectónico propio, en uno de ellos aparece ya la típica cornisa que caracterizará a la arquitectura templaria posterior
Casa del Norte y Casa del Sur, estas edificaciones se encuentran cerca de los santuarios y siguen el mismo esquema constructivo aunque de mayor tamaño. Representan los palacios del rey en las dos tierras, como así parecen confirmar las formas de los capiteles de las columnas adosadas a las fachadas, evocan las planta heráldicas del norte (papiro) y del sur (lirio). Una vez analizado el patio de la fiesta sed, debemos destacar una de las mayores innovaciones que presenta este conjunto, se trata de las incorporación de la » tumba sur «. Como faraón de las dos tierras los monarcas anteriores a Zoser se hacían construir dos tumbas, la real donde descansaría eternamente y una tumba simbólica normalmente ubicada en Abydos y que representaba su morada eterna en las tierras del sur. Con Zoser las dos tumbas aparecen por primera vez en mismo recinto. Lógicamente la tumba sur carece del esplendor de la gran pirámide escalonada, se trata de una simple mastaba encajada en gran parte en el muro meridional del recinto. Más interesante es una cercana capilla que conserva un friso decorado con un relieve, en bulto redondo, de urcei (serpiente símbolo del poder faraónico) iconografía que tendrá un gran difusión en el arte faraónico posterior.
Pirámide escalonada de Zoser de Saqqara
La profundidad simbólica y la magnífica ejecución el impresionante complejo funerario de Zoser se debe al ingenio de su arquitecto, Imhotep. Además de organizar y dirigir las obras del recinto funerario ostentaba un importante cargo en el entorno del faraón, era su visir y gran sacerdote del dios-sol Ra. El respeto y la admiración que despertó en vida queda reflejado en una inscripción en la peana de una estatua del rey Zoser donde el nombre del arquitecto queda unido al del propio faraón. Este personaje no sólo fue un excepcional arquitecto, también fue considerado como un gran erudito en astrología y medicina. Algunos historiadores ven en Imhotep una de las claves del asentamiento y definición de las bases religiosas y culturales sobre las que se levantaría la cultura del Antiguo Egipto.
La estatua de Zoser del Museo Egipcio de El Cairo es, sin duda, la más representativa de la Dinastía III. Fue encontrada en el Serdab, cámara anexa al templo mortuorio, destinada a contener la estatua del faraón y abierta únicamente a través de dos orificios para que el Ka (alma contenida en la imagen escultórica del faraón) pudiera apreciar las ofrendas llevadas a su tumba, este espacio fue su lugar de ubicación original, de modo que la estatua no se iba a ver en su totalidad, sin embargo, aparece entronizada de tamaño natural y con un acabado perfecto; realizada en caliza, relativamente fácil de trabajar y no muy frecuente ya que para este tipo de escultura se prefieren materiales más duros y nobles como el granito o la diorita. Zoser aparece plegando el brazo derecho sobre el pecho, mientras que el izquierdo lo extiende sobre la pierna, este mismo gesto será adoptado en esculturas pertenecientes cronológicamente a esta misma dinastía (estatua de la princesa Reded o estatua de Bedjmes). El rostro de Zoser, de facciones duras y distantes en actitud hierática reflejan el poder y grandeza del faraón, con la estatua de Zoser se inicia un género áulico que se proyectará en todo el arte faraónico, sin olvidar que la imagen que no ocupa representa un período arcaizante y que la escultura sufrirá una evolución estética.
La estatua de Zoser
Es indudable que en el momento que se inicia la Dinastía IV Egipto es un próspero y fecundo Estado, con un gobierno centralizado cuya máxima autoridad ostenta en rey. Durante la dinastías anteriores, especialmente la Dinastía III, se han fomentado unos signos de poder transmitidos a través de las artes plásticas, éstos legitimaban al rey como supremo gobernante de amplios territorios, esta imagen será la que cambie con el advenimiento de la Dinastía IV.
Con la Dinastía IV la tipología funeraria experimentará algunos cambios destinados a vincular al soberano con el dios-sol Ra, esta nueva visión se proyectará y perpetuará con la Dinastía V. El dios-sol empieza a despertar el interés por los teólogos egipcios, se le considerará como fuerza superior y tanto las pirámides como la aparición del título «Hijo de Ra», son símbolos de la nueva identidad que adquiere el faraón.
La primera pirámide auténtica de la historia de Egipto se relaciona con el faraón Snofru, primer rey de la Dinastía IV, es la pirámide de Meidum; además de esta, Snofru construyó otras dos pirámides en Dahshur (a 50 Km. al sur de Saqqara), una de ellas no tiene la forma perfecta piramidal, es la llamada pirámide romboidal.
Los hechos más importantes del reinado de Snofru (2575-2551) quedaron recogidos en la Piedra de Palermo (una de las fuentes más importantes de este perírodo), en este documento se refleja a enorme riqueza que llegó a acumular Snofru, poseedor, a título personal, de cuatro o cinco fincas en cada nomo. La actividad constructiva durante los años de su reinado fue muy intensa, como demuestran las expediciones que este monarca realizó al Sinaí y Libia en busca de materiales nobles.
La construcción de esta pirámide se atribuye a Snofru, los estudiosos se han basado en algunas inscripciones que datan de la Dinastía XVIII (1550-1070 a.C.), que designan a este monarca como constructor del conjunto funerario del que forma parte la pirámide. Sin embargo, la existencia de las pirámide de Dhshur, atribuidas igualmente a Snofru, hacen dudar de que fuera éste el único promotor de los tres monumentos. Algunos historiadores piensan que fue Huni, predecesor de Snofru y último soberano de la Dinastía III, el promotor de la tumba de Meiden.
La estructura del conjunto funerario se aleja considerablemente de los planteamientos que Imhotep desarrolló en el recinto de Zoser en Saqqara. Aquí, será la gran pirámide, ya en su forma perfecta, la que impone su presencia en todo el conjunto funerario; han desaparecido los patios y los símbolos que indicaban en poder terrenal absoluto del faraón. La gran pirámide se elevaba (actualmente su aspecto es de una gran torre, ha sufrido un gran deterioro) a una altura de 105 m., su centro estaba constituido por una mastaba sobre la que se levantó la estructura piramidal. Se desconoce el arquitecto, no se han conservado las inscripciones en ninguna zona del conjunto funerario. El proyecto responde originalmente a una estructura escalonada (siguiendo el modelo de Imhotep), posteriormente se terminó de rellenar el espacio entre los escalones, dando lugar a la estructura definitiva; el material empleado en esta acción fue seguramente de origen local, ya que la piedra de buena calidad era la difícil de transportar desde el sur; los lados de la pirámide se cubrieron con una caliza de factura más delicada.
Pirámide de Meideum
La misma importancia de la pirámide la adquieren los templos ligados a ésta, serán parte fundamental en los ritos funerarios, que definen y consolidan en estos momentos, manteniéndose durante todo el Imperio Antiguo. Los templos se sitúan uno en el lado Este de la pirámide anexo a ésta y el otro el los límites del desierto donde acaba en fértil valle. Ambos estarán comunicados por una impresionante galería cubierta (en la cubierta de la galería se practicaba una hendidura como sistema de iluminación). El Templo del Valle a menudo estaba en contacto con el Nilo a través de un canal, de esta forma el cuerpo del faraón dejaba el Palacio Real emprendiendo un viaje por el río que habría de conducirle a su morada eterna. Desde el Templo del Valle, a través de la gran galería y ya fuera de la vista de los espectadores, el faraón era conducido hasta el templo mortuorio, situado al Este de la pirámide, donde se practicaban ritos funerarios como «la apertura de boca»; este pequeño templo, apenas una capilla, estaba destinado a la presentación de ofrendas. Desde el templo mortuorio el cadáver del faraón era conducido a la cámara funeraria en el interior de la tumba, ésta sería su morada definitiva.
El cenotafio, que simbolizaba la tumba del faraón en las tierras del sur, vuelve a aparecer en este conjunto funerario (ya se vió en el monumento de Zoser), se trata de una pequeña pirámide construida en el lado sur del recinto.
La Pirámide Roja se alza en la misma localidad de Dahshur, igualmente atribuida al faraón Snofru. Parece que es la primera tumba concebida desde un principio con una forma piramidal auténtica, aunque su aspecto final presenta un grado de inclinación demasiado bajo, que la hace aparecer como una construcción algo achaparrada.
Pirámide de Dahshur o Acodada
Giza es el actual nombre de un popular barrio de El Cairo, situado al norte de Saqqara. En esta meseta se elevan las tres grandes pirámides de la Dinastía IV, junto con sus templo funerarios y una amplia necrópolis.
La elección de este lugar se debe al faraón Keops (Horus Meddjedw, rey Khenemukufw) (2551-2528). Hijo de Snofru y Heteferes, continuará la tradición funeraria iniciada por su padre, construirá la pirámide de mayores dimensiones de la historia de Egipto, verdadero emblema del esplendor del Imperio Antiguo. Los datos conservados sobre el reinado de Keops es muy escasa, apenas unas líneas de sus anales, conservados en El Cairo. El Papiro de Turín le atribuye un reinado de 23 año, dato poco probable teniendo en cuenta la grandiosidad de la tumba que construyó. Gracias a este impresionante monumento Keops llegó a ser una personalidad legendaria, su mito le hace aparecer como el más cruel de los monarcas de egipcios, la leyenda habla del elevado coste humano que requirió la construcción de su tumba, en esta forma recoge Herodoto la historia de este faraón. Sin embargo, si hacemos un análisis más objetivo de los datos, podemos llegar a la conclusión de que Keops no fue un soberano más cruel que sus antecesoras, al igual que no podemos pensar que la riqueza material y el trabajo humano invertidos en la gran pirámide fueran superiores a los recursos empleados por el anterior faraón, Snofru, en sus diversas construcciones.
La gran pirámide alcanzá unas dimensiones asombrosas: 230 m de lado y 146 m de altura (originalmente). El paso del tiempo y los continuos saqueos han hecho que pierda parte de su esplendor; los sillares de caliza del revestimiento exterior han desaparecido casi en su totalidad, ya que la pirámides han sido objeto de expolio, reutilizando su material petreo a lo largo de siglos, fueron utilizadas practicamente como canterias para las construcciones de El Cairo.
La estructura interna, aunque también a sufrido modificaciones se conserva en mejor estado, responde a una línea evolutiva a partir de los esquemas planteados en las construcciones de Snofru. Para llegar a la gran galería interior hay que recorrer un pasadizo descendente que conduce a otro ascendente y que a su vez desemboca en la impresionante galería principal, cuya fábrica y proporciones alcanzan una perfección jamás conseguidas hasta el momento, esta perfección de formas arquitectónicas no deja de sorprendernos si pensamos que la gran galería concebida para no ser contemplada por ningún hombre salvo el propio faraón; esta estructura alcanza una altura de 3 m. y una longitud de 51 m, los sillares están cortados con una asombrosa precisión; para la cubierta de la galería se recurre a un sistema de abovedamiento por aproximación de hiladas (7 hiladas de caliza colocadas a una distancia de 8 cm. unas de otras formando una falsa bóveda). La cámara funeraria está revestida de granito, contiene el sencillo sarcófago de Keops, que fue encontrado sin tapa debido a las profanaciones. Por encimad de la cámara funeraria se construyeron cinco compartimentos de descarga con la función de contrarrestar la presión de la masa de piedra que se eleva sobre ella.
El único templo conservado, de los integrados en el conjunto funerario de Keops, es el situado al Este de la pirámide, de planta rectangular estaba compuesto por un patio porticado con pilares de granito rojo, el santuario se dispuso en el lado oeste. El muro que marcaba el perímetro ha desaparecido.
Bajo el pavimento de recinto funerario se encontró una de las piezas más significativas del arte egipcio antiguo, se trata de la barca funeraria de Keops. La embarcación se encontró desmontada, pero en un perfecto estado de conservación. Mide unos 40 cm. y por las marcas encontradas en la madera se puede afirmar que fue utilizada, posiblemente para transportar el cadáver del faraón al Templo del Valle.
La Barca del Sol
Kefrén (2528-2520), Horus Khepri, rey Djedefre, fue el siguiente monarca de la Dinastía IV, hijo de Keops pero posiblemente no su primogénito, tanto su corto reinado como su lugar de enterramiento (Abu-Roash, al norte de Giza) hacen pensar que existieron luchas por la sucesión. Aunque carecemos de documentación para establecer los acontecimientos más destacados del reinado de Kefrén, su legado artístico nos facilita una idea del carácter de este soberano. Continuó la tradición de su padre Keops organizando una gran tumba siguiendo el modelo de pirámide perfecta, fue ubicada cerca del recinto funerario de Keops, al norte de Giza; también se le atribuye la construcción de la Esfinge, estableciendo una tipología que se proyectará en siglos posteriores. La Pirámide de Kefrén se construyó en un terreno elevado, por lo que la impresión de sobrepasar en altura la de Keops, en realidad sus dimensiones son algo inferiores a ésta, alcanza una altura de 143,5 m. y 214 m. de lado; su estado de conservación es algo mejor que el de la gran pirámide, las capas de revestimiento, un hermoso granito rojo, han sobrevivido en gran medida. La estructura interior es mucho más simple que la desplegada en la tumba de Keops.
Lo más interesante de las construcciones ligadas de Kefrén es, sin duda, el Templo del Valle, conservado casi intacto es uno de los ejemplo más armoniosos de la arquitectura del Imperio Antiguo tanto por la sencillez de formas y nobles materiales como por sus cuidadas proporciones. Gruesos muros de caliza forman el núcleo del paramento, revestidos de losas de granito rojo procedente del lejano Asuán (Nubia), cortados con singular maestría forman una superficie sorprendentemente regular. La cámara central está dispuesta en forma de T, a ella se accede a través de dos vanos exteriores flanqueados por dos leones guardianes (esfinges), la cubierta de la cámara funeraria fue igualmente monumental, los elementos sustentantes son grandes pilares de granito rojo que sostienen pesados elementos arquitravados; el pavimento es de una magnífica caliza blanca que contribuye a la armonía entre las formas y los colores; el sistema de iluminación se articula a través de uno cortes practicados en la parte superior del muro a la altura del techo, permiten la entrada de haces de luz dirigidos hacia el brillante paramento, este sistema producía unos efectos lumínicos muy adecuados para la celebración de rituales religiosos.
La última y más pequeña de las pirámides de Giza pertenece al faraón Micerinos (2490-2494 a.C), fue probablemente hijo de Kefrén. Se eleva a una altura de 65,5 m. de altura y 105 m. de lado; si bien sus dimensiones son más reducidas que las anteriores estaba destinada a ser la de mayor belleza ya que se pensó cubrir la totalidad de su superficie con granito rosado de extraordinaria calidad, material que la haría brillar con luz propia. El proyecto no se llevó a cabo, quizá por la relativa brevedad del reinado de Micerino o por la falta de medios materiales, hay que tener en cuenta que las obras funerarias de los faraones anteriores arrastraron un importantísimo coste material y humano. Sin embargo, la producción artística del reinado de Micerino cobrará un importante papel en el capítulo escultórico que analizaremos más adelante. Tras el reinado de Micerinos la falta de documentación ha impedido a los estudiosos una investigación en profundidad . Se conoce el nombre del sucesor de Micerinos, Horus Shepseskhet, rey Shepseskaf, hijo del anterior y último rey de la Dinastía IV. Sobre este monarca nos informa la Piedra de Palermo, se consignan aquí algunos hechos de su reinado como la coronación del nuevo faraón. Sobre su conjunto funerario no se sabe mucho, se menciona en el Canon de Turín una construcción en forma de sarcófago que se terminó en ladrillo, indicativo de la falta de recursos al que se había llegado en estos momentos.
los retratos del Rahotep y Nefret. Fueron encontrados en una mastaba de Meidum, cerca de la pirámide romboidal de Snofru. Realizadas en caliza, material frecuente en estos momentos, fácil de trabajar. Lo más sorprendente es su magnífico estado de conservación, la policromía ha llegado intacta; ambos retratos son estatuas-bloques sedentes, mantienen algunos rasgos arcaizantes como las formas pesadas y rotundas de los tobillos. Aparentemente separadas se concibieron como un único bloque, sus rasgos, suficientemente definidos para considerarlos retratos, representan la clase burocrática del Estado egipcio. Nefret aparece envuelta en una túnica blanca, siguiendo la moda del momento, deja ver una anatomía cuidada pero sinténtica, tocada con la típica peluca egipcia contribuye significativamente a la pesadez de las formas; cruza los brazos bajo el pecho. En Rahotep los miembros aparecen ligeramente separados del cuerpo, su musculatura está más marcada y la policromía, que da vida a la piel, es más oscura que en la figura femenina de mayor delicadeza. Algunos detalles como las joyas que adornan a Nefret, nos avanzan formas más evolucionadas que se desarrollaran ampliamente durante la Dinastía IV. Los nombres y títulos de los retratados aparecen en los respaldos de sus asientos, inscripciones reproducidas en una caligrafía elegante y muy definida.
La escultura correspondiente al reinado de Keops no nos ha llegado, se conservan escasos ejemplo, entre los que hay que destacar una pequeña figura del faraón sedente realizada en marfil, interesante especialmente como documento histórico ya que aparece una inscripción con el nombre del faraón, artísticamente no podemos considerarla muy representativa
Su realización se atribuye al faraón Kefrén como parte de su conjunto funerario en Giza, se encuentra emplazada bajo la pirámide de este soberano. Se aprovechó una gran masa de piedra existente, fue realizada extrayendo material pero también se añadieron bloque ya cortados para adaptarlos a la forma del cuerpo. La imagen del León guardián era ya una tipología conocida y dominada por los escultores egipcios, lo novedoso en esta titánica obra fue la sustitución de la cabeza del león por la del propio faraón, cobrando así la figura del monarca un fuerza y poder que configura para la posterioridad el concepto faraónico de los gobernantes egipcios, nunca hasta estos momentos el soberano egipcio había desplegada tantos recursos para legitimar su propio poder.
El material utilizado, una purísima diorita de gran dureza, la perfección de su ejecución y la iconografía hacen de ella la viva imagen del poder del faraón. Kefrén aparece entronizado y protegido por el Horus en su forma de halcón, identificando a la persona del faraón como la encarnación terrenal de la divinidad. A diferencia de esculturas anteriores, de rasgos arcaizantes, la imagen de Kefrén es más estilizada, de rasgos más delicados; se presta un especial cuidado a la anatomía que aparece idealizada y a los detalles como se puede apreciar en los plegados de la falda y en el tocado; el trono aparece enriquecido con inscripciones y elementos decorativos esculpidos en relieve. Esta iconografía del poder divino del faraón se va a prolongar durante casi todo el arte del Antiguo Egipto.
Kefrén sentado
Del Templo del Valle de Micerinos se han recuperado algunas tríadas, en pizarra, de gran calidad, interesantes por la iconografía que desarrollan. Se piensa que en el interior de este templo se iban a colocar cuarenta dos grupos escultórico del faraón acompañado de la diosa Hathor y una personificación de cada uno de los nomos (distritos o provincias de Egipto), parece que este proyecto no llegó a concluirse, sólo se han conservado cuatro de ellos. El faraón aparece en el centro, entre la divinidad y la correspondiente personificación del nomo, las figuras parecen emergen del bloque de piedra que sirve de fondo, casi como si fuera un alto relieve, aunque en realidad se trata de una escultura de bulto redondo, el escultor se vale del fondo pétreo para disponer, por encima de la cabezas, inscripciones que identificas las figuras y que parecen formar parte de los tocados. La figuras femeninas apoyan las manos sobre los hombros del soberano, otorgándole de esta forma su protección; la figura del faraón avanza respecto a las figuras femeninas indicando que inicia el camino de la vida eterna, gesto que se convierte en una convención en el arte escultórico del arte egipcio.
Grupos Escultóricos de Micerinos
Otro de los ejemplos claves de este período es la estatua del faraón Micerinos y su esposa Khamerernebty. Las figuras superan en dos tercios el tamaño natural. A diferencia de la tipología anterior, donde la reina ocupaba un lugar a los pies del faraón, aquí la reina se equipara a la figura del faraón tanto en tamaño como en actitud (avanzado un paso con el pie izquierdo), la explicación a esta disposición la podemos encontrar en la identidad de la reina, Khamerernebty era hija primogénita del Kefrén y su esposa principal (Micerinos también era hijo de Kefrén pero con una esposa secundaria) de forma que fue el matrimonio con Khamerernebty el que legitimó la coronación de Micerinos como faraón de Egipto. Las características estéticas de este grupo escultórico son muy similares a las tríadas anteriores, se mantiene la idealización de las formas anatómicas; los rostros, aunque individualizados, no muestran ninguna expresión; el pilar dorsal aquí está reducido, rellenando únicamente el espacio entre las dos figuras pero sin sobresalir por detrás de sus cabezas.
Micerinos y su esposa Khamerernebty
La escultura privada, en estos momentos, parecere reducirse al círculo íntimo de los soberanos, realizadas por los mismos talleres que produjeron la escultura áulica, presentarán pues una acusada afinidad estética.
De los programas decorativos que debieron cubrir toda la superficie de las tumbas reales nos han llegado escasos ejemplos. Muchos paneles de relieves fueron expoliados o reutilizados por lo que se han conservado de forma fragmentada. De las tumbas privadas y de altos dignatarios se conservan un número más elevado, pero siguen siendo insuficientes para hacer un análisis detallado del desarrollo iconográfico de estos momentos. El templo funerario de Snofru contenía representaciones de nobles damas que cumplían dos funciones: encarnaban los dominos del faraón, identificadas con provincias por las inscripciones jeroglíficas; al mismo tiempo eran portadoras de ofrendas representativas de las localidades que representaban, asegurando así el suministro del faraón en su vida de ultratumba; la iconografía de ofertantes se representaba ya desde la dinastía anterior, en la tumba de Hesy, dignatario del Zoser, se encontraron once estelas de madera representando al propietario de la tumba ante una mesa de ofrendas. El resto de relieves encontrados en la tumba de Snofru se reducen a dos estelas, en una aparece el faraón entronizado con inscripciones jeroglíficas que indican su nombre, la caligrafía de estos jeroglífico está tratada con gran delicadeza.
Una de las obras pictóricas de mayor belleza de todo el arte de la Antigüedad, es las «Ocas de Meidum» (actualmente depositada en el Museo Egipcio de El Cairo). Procede de la capilla funeraria de Itet, integrada en la mastaba de su esposo Nefemaat hijo de Snofru. Este exquisito fresco es parte de una escena más amplia, donde los hijos de Itet manipulan una red en actitud de cazar aves acuáticas, este tipo de escena se convertirá en un tema esencial en las representaciones de la vida cotidiana-campestre en la iconografía funeraria. Es indudable que los artistas de la Dinastía IV mantienen el gusto naturalista presente ya desde tiempos predinásticos, llegando aquí a un nivel de perfección asombroso. En la cámara de Nefermaat se encontraron los restos de unos curiosos relieves rehundidos que fueron rellanados con pasta vitrea, técnica que en su momento ofrecía unos resultados de gran belleza pero que se abandonó inmediatamente por la rapidez con que se deterioraba este material, así que esta técnica se limitará a los trabajos de orfebrería.
Las Ocas de Meidum
Contemporaneo a al templo de Kefrén, debemos destacar los relieves de la tumba de la reina Meresankh III, nieta del gran faraón Keops y esposa principal de Kefrén. De su mastaba, situada en Giza, se conservan los relieves de las estancias superiores, tallados en piedra de procedencia local más basta que la fina caliza de Tura, resultan muy interesantes por el repertorio de objetos y por el lugar donde se ubican, será un modelo que se proyectará incluso más allá del Imperio Nuevo. Entre los elementos decorativos de estas estancias destaca una estela o flasa puerta donde se situa la imagen del difunto frente a una mesa de ofrendas.
Los cambios producidos durante esta dinastía afectarán a la producción artística, los hábitos funerarios de los faraones tomarán otra orientación. Hay que destacar, en este sentido, los cambios teológicos, se fomenta, desde el propio ámbito del poder, el culto al dios solar Re, influido por el creciente poder político y económico del clero de Heliópolis, ciudad que fue catipal del decimotercer nomo del Bajo Egipto, gran centro espiritual del país donde se afincó una clase clerical que llegaría a adquirir gran poder. Los templos más importantes de Heliópolis durante el Imperio Antiguo fueron dedicados a Re-Horakhty y a Atúm.
Otro rasgo importante, que adoptarán los faraones de las Dinastías V y VI, será la donación de tierras a los dioses, especialmente al dios solar Re y a los «Espíritus de Heliópolis». Esta nueva actitud tendrá consecuencias graves para el Estado egipcio, cuyo patrimonio real se verá reducido de forma considerable. ara algunos autores, la nueva orientación teológica responde a la necesidad de ligar la monarquía al dios creador del mundo (Re), consolidando el título faraónico de «Hijo de Re» (Sa Re), se fomenta la idea de que el faraón es engendrado por el propio Re y la reina gobernante. La importancia que cobra el culto solar irá en detrimento de la imagen del faraón. Es importante constatar que ya a finales de la Dinastía V surgirá otro culto rivalizando con el del dios Re, se trata del dios Osiris que sufrió la muerte y experimentó la resurrección. La aparición de Osiris en la practicas religiosas permitia pensar que el faraón sufriria el mismo proceso, de esta forma tras su muerte no sólo se uniría con el dios solar que lo habia engendrado, también se convertía en el nuevo Osiris, reinando sobre los muertos mientras que su hijo o sucesor se convertía en la encarnación de Horus y reinaba sobre los vivos.
Los templos solares fueron edificados en el desierto, en la localidad de Abu Gurob situada al norte de Saqqara, excavados en 1898 y 1899. Las inscripciones hablan de seis templos pertenecientes a la Dinastía V, aunque sólo se conservan dos de ellos. Los templos de Abu Gurob siguen un mismo modelo, cuyas referencias estan ya en la arquitectura templaria de la dinastía anterior. El culto solar requería un espacio abierto, de forma que el templo se centra en un amplio patio donde se instalan los elementos fundamentales del rito: la piedra Beben, un gran obelisco de proporciones macizas coronado por un pequeño remate dorado, el obelisco se colocaba sobre un gran pedestal que contribuía a aumentar la sensación de grandiosidad. El segundo elemento importante en el ritual era el gran altar, también a cielo descubierto, se enfrentaba al obelisco, estaba realizado con materiales nobles como el granito. El recinto estaba amurallado; en paralelo a los muros corrian unos corredores cubiertos, muy interesantes por el despliegue inconográfico de sus relieves que veremos más adelante. El acceso al patio principal se realizaba a través de un vestíbulo que conectaba directamente con la galería porticada que unía el Templo Solar con el más pequeño Templo del Valle.
El Horus Irimaat, rey Userkaf (2465-2458 a.C), primer faraón de la Dinastía V, hizo construir su conjunto funerario en Saqqara, cerca de la pirámide escalonada de Zoser, su modesta pirámide, de reducidas dimensiones y pobre material es el punto de partida de los cambios producidos en esta dinastía y se contrapone al magnífico Templo Solar que hizo levantar en Abu Gurob.
El sucesor de Userkaf el Horus Nebkhew, rey Sahure, construyó su tumba en Abusir, lugar de enterramiento de el resto de los faraones de esta dinastía, salvo Unas que volvió a Saqqara. El Templo del Valle de Sahure era de gran belleza, construido con materiales nobles como el baslto negro del pavimento o el granito utilizado para las esbeltas columnas nomolíticas, en ellas se han encontrado inscripciones con el nombre del faraón Sahure. El templo funerario, al otro extremo de la calzada y junto a la pequeña pirámide, contenía los relieves que mostraban al faraón en todo su poder, haciendo referencia a unas posibles expediciones contra los libios, al país de Punt (en la costa de Somalia) y al Sinaí, aunque la aparición de relieves similares en otras tumbas hacen pensar que puedieran tratarse de escenas esterotipadas copiadas de algún monumento perdido de un soberano anterior, por este motivo su valor histórico es dudoso.
El resto de los conjuntos funerarios de Abusir siguen los mismos esquemas, será el último faraón de la Dinastía V el que rompa con esta tradición. El Horun Wadjetawi, rey Wenis (Unas), eligió un emplazamiento diferente para su tumba, volvió a la antigua necrópolis de Saqqara. La importancia de la tumba de Unas radica en la aparición de un vasto conjunto de relieves con jerglíficos, hoy conocidos como los «Textos de las pirámides». Su valor histórico es enorme, recogen referencias religiosas e históricas trasmitidas por la tradición oral y que se remontan a los lejanos tiempos predinásticos. Se ha pensado que estos textos formaban parte de los libros sagrados que los sacerdotes empleaban en los ritos funerarios. La idea de incorporarlos en sus monumentos funerarios fue seguida por los faraones de la Dinastía VI y por muchos otros egipcios de sangre real a lo largo del tiempo. Unas habia inaguadado la tradición de enterrarse con textos mágicos que ayudasen al difunto en el más allá, hecho que demuestra la superstición que envolvió a toda la socidad del Antiguo Egipto.
Bajo el gobierno de la Dinastía V la escultura experimentará un amplio desarrollo tipológico, especialmente en la escultura de bulto redondo. Destacará el amplio repertorio de estatuas representando a personajes directamente relacionados con el entorno de la realeza, hecho que resulta novedoso, ya que el arte escultórico hasta estos momentos estaba casi exclusivamente limitado al faraón, su familia y su ámbito más próximo.
La Dinastía IV había alcanzado un gran nivel técnico y artístico en su producción escultórica. Los artistas al servicio de Userkaf tratarán de superar a sus antecesores, la cabeza monumental del faraón Userkaf es un buen ejemplo de su esfuerzo; se escogió el granito rojo por la dureza y belleza del material, sus rasgos están tratados con gran delicadeza, es propio del arte egipcio la idealización, en mayor o menor grado, de las figuras reales (dentro de un arte oficial). Al igual que la esfinge, que pudo servir de inspiración a los escultores, la figura de Userkaf del faraón está tocada con el nemes. La otra figura conservada de este faraón es de pizarra y de tamaño natural.
La cabeza monumental de Userkaf
La Dinastía IV habia alcanzado un gran nivel técnico y artístico en su producción escultórica. Los artistas al servicio de Userkaf tratarán de superar a sus antecesores, la cabeza monumental del faraón Userkaf es un buen ejemplo de su esfuerzo; se escogió el granito rojo por la dureza y belleza del material, sus rasgos están tratados con gran delicadeza, es propio del arte egipcio la idealización, en mayor o menor grado, de las figuras reales (dentro de un arte oficial). Al igual que la esfinge, que pudo servir de inspiración a los escultores, la figura de Userkaf del faraón está tocada con el nemes. La otra figura conservada de este faraón es de pizarra y de tamaño natural.
Dentro de este repertorio escultórico es frecuente el uso tanto de la piedra como de la madera. Los restos de policromía, que se han conservado en abundancia, nos habla del carácter naturalista de esta vertiente escultórica. Las tallas en madera van a cobrar una especial importancia, se las puede considerar como uno de los capítulos de mayor belleza dentro del arte egipcio de la antigüedad. El pilar dorsal de la escultura pétrea desaparece; pasan por un proceso decorativo muy complejo, se cubrían de yeso y se aplicaban vivos colores, como último toque naturalista se incrustan los ojos artificiales.
La pequeña estatua de un hombre llamado Kaaper, popularmente conocido como el «alcálde» (depositado en el Museo Egipcio de El Cairo). Su naturalismo es el rasgo más destacado; es la representación de un hombre joven, de anatomía pletórica, como signo de su autoridad porta una vara. En la misma tumba apareció otra estatua de madera, podría representar al mismo personaje aunque no presenta los mismo rasgos, era habitual que el propietario de la tumba ordenase poner varias efigies suyas , aunque no se ha podido explicar por que estas imágenes muestran ragos tan diferentes.
La piedra también fue un material empleado en la escultura desligada del entorno real, entre éstas destacan dos calizas que representan al sacerdote Renefer. Gracias a ellas podemos deducir la intención de los escultores de crear una tipología de retrato individualizado
La Dinastía V destacó por el gran desarrollo de las artes plásticas, será el entorno faraónico el que acapare a los mejores artífices, así pues los relieves de mejor calidad los encontraremos cubriendo los muros de los Templos Solares y de la galarías que unían los templos del valle con los funerarios. Algunos de los temas representados ya se encontraban en al tradición, como las escenas referidas a los rituales de la fiesta sed, un buen ejemplo de esta iconografía la encontramos en el templo de Niuserre. Otros temas serán novedosos y tendrán una gran continuidad, como la representación de una diosa amamantando al soberano, este asunto aparece por primera vez en el templo funerario de Sahure y se proyectará hasta época romana.
El gran impulso alcanzado por las artes plásticas fue aprovechado por los altos dignatarios y la nobleza. En las obras escultórica y pictoricas, dedicadas a esta esfera social, encontraran los artistas un ámbito de mayor libertad expresiva, aunque los temas seguirán siendo los mismos sometidos a una pequeñas variaciones. Será frecuente encontrar escenas relacionadas con la vida cotidiana, reflejo de las actividades favoritas del dueño de la tumba. Entre estas escenas destacamos las encontradas en la tumba de Ptahhotep en Saqqara, se representa el regreso del difunto de una cecería, reflejo de la vitalidad de la sociedad egipcia.
El repertorio vinculado a los ciclos y actividades agrarias será adaptado en las tumbas de la alta jerarquía, eran asuntos que ya se habian representado en el ámbito faraónico. A la belleza plástica de estos relieves y pinturas se une su gran valor histórico ya que son muy descriptivos
La Dinastía VI será la última del Imperio Antiguo. Muchos investigadores están de acuerdo en la falta de continuidad dinástica a la muerte de Pepi II (2246-2152 a.C). Se desataría una lucha por el poder entre diferentes personajes, pero la falta de documentación hacen imposible el estudio en profundidad de este momento de transición. De la Dinastía VI cabe destacar la huella artística que dejó su último monarca Pepi II. Su conjunto funerario, ubicado en Saqqara, es el último escalón de la arquitectura funeraria del Imperio Antiguo. Una rampa daba acceso a una amplia terreza que servia de preámbulo al Templo del Valle, unido éste al Templo Funerario por una calzada. La tumba propiamente dicha, consistía en una pirámide que en su interior sigue una organización semejante a las de los monarcas anteriores de esta dinatía. Un corredor daba acceso a unas estancias que contenían los «Textos de las Pirámides», existía una falsa Puerta Real. El estado totalmente ruinoso de las tumbas de los monarcas de la Dinastía VI, hace imposible una mejor exposición de la arquitectura funeraria de estos momentos.
Las piezas escultóricas más destacadas en este período pertenecen a el monarca Pepi I (2289-2255 a.C.) La estatua de Pepi I (depositada en el Museo Egipcio de El Cairo), fue descubierta en un templo de Hieracómpolis, sobresale por el uso de un nuevo material, se trata de cobre repujado con alma de madera, su carácter hierático y sus ojos incrustados impresionan vivamente.
De Pepi I se conserva otra interesante representación de diorita. Presenta la misma idea que la célebre imagen del faraón Kefrén, aunque no posee el carácter monumental de ésta. El soberano aparece entronizado, ostentando los símbolos del poder y tocado con la corona del Alto Egipto, tras su cabeza aparece el Halcón, dios Horus, en ángulo recto con respecto al cuerpo, formando cuerpo con el pilar dorsal donde aparece el nombre del faraón en caracteres jeroglíficos, es como si el escultor hubiese querido materializar parte de la divinidad contenida en el nombre del faraón.
De la escultura privada se ha conservado una pieza de gran valor artístico, se trata de la imagen del enano Seneb con su familia, depositado en el Museo Egipcio de El Cairo se considera una de la obras maestras de su colección. La composición del grupo es muy ingeniosa, el escultor ha colocado a los dos niños ocupando el espacio que llenarían las piernas de Seneb. La pieza se conserva en buenas condiciones, aún con restos de la policromía original.
Como ya hemos señalado se carece de información básica para asegurar que hubo una continuidad dinástica después de la Dinastía VI. Debemos suponer que el país pasará por una etapa de crisis, que inevitablemente afectará a la producción artística. Sin embargo, las tradiciones no se pierden del todo, surgiendo en las provincias del sur algunos estilos independientes de carácter rústico, serán las pequeñas obras de madera las que alcancen mayor calidad. El arte, que fue esencial en una sociedad brillante como lo fue el Imperio Antiguo, se convertirá en algo superficial en este primer período de crisis.
Egipto quedó dividido de nuevo tras la caída de la Dinastía VI y la disolución del Imperio Antiguo. Tendrá que pasar más de un siglo para que se produzca un nuevo proceso de unificación u pacificación del país, que dará como resultado el siguiente período de esplendor en el Antiguo Egipto. De nuevo será el sur el que tome la iniciativa de la unificación. El príncipe tebano Mentuhotep II conseguirá vencer la oposición de las fuerzas de Heracleópolis, el centro más importante del Bajo Egipto desde la decadencia del Imperio Antiguo. Mentuhotep II acabó unificando las dos tierras, siendo el Alto Egipto el más beneficiado con este proceso, ya que obtuvieron la valiosa fertilidad del Delta. En un principios los soberanos de la Dinastía XI gobernaron con la autoridad total de los vencedores, la disolución de la primera dinastía del Imperio Medio se debió a una serie de dificultades relacionadas con la producción agraria. Tebas será el gran centro económico y administrativo de la nueva dinastía, sus soberanos tomarán su nombre en honor a Montu, dios local de Menfis. Durante el reinado de Mentuhotep Nebhepetre (2061-2010 a.C.), Tebas cobrará su esplendor definitivo.
Templo De Montu Hotep Neb Hebt Ra
El proyecto arquitectónico más importante del primer faraón de la Dinastía XI , AmenHotep NebHetb Ra será su propio conjunto funerario, recuperando de esta forma la tradición constructiva de tumbas espectaculares iniciada en el esplendor del Imperio Antiguo.
El emplazamiento elegido será escenario de impresionantes construcciones posteriores, se trata de los acantilados de Deir el-Bahari, en la orilla occidental del Nilo. La tipología del conjunto funerario es novedosa, se disponen dos niveles de planta cuadrada sostenidos en todo su perímetro por columnas octogonales lisas; se accedía a través de rampas. Destaca el elemento central sobre el segundo nivel, es una gran estructura piramidal que cumplía la función de gran altar. La tumba propiamente dicha se encuentra en la excavada en la roca, bajo el vestíbulo detrás del patio.
Ante el gran templo funerario se plantó un bosquecillo de tamariscos y sicomoros que estaban destinados a suavizar el rocoso paisaje. Desgraciadamente este impresionante conjunto funerario nos ha llegado en un estado completamente ruinoso.
Procedente del conjunto funerario del faraón Mentuhotep Nebhepetre, se conserva una imagen, encontrada en el patio del templo, actualmente en el Museo Egipcio de El Cairo. El material es arenisca fácil de trabajar, la policromía se ha conservado en muy buen estado, se usaron los tres colores básicos: el blanco de la vestimenta del soberano que se asocia a la fiesta ser (jubileo), que significa regeneración; el negro es el color que se aplica a la piel del faraón, está en relación con la fertil tierra que deja el Nilo tras la crecida; el rojo de la corona del Bajo Egipto conecta con el color rojizo de las arenas del desiert y puede estan en sentido de eternidad. El faraón aparece sentado en un sencillo trono, cruzando las manos sobre el pecho, debía sostener los emblemas del poder, las piernas son macizas presentan una evidente desproporción con el resto del cuerpo.
Escena de la Tumba de Meketre Museo de El Cairo
El conjunto encontrado en la tumba del Canciller Meketre, son sin duda las piezas más importante del Imperio Medio realizado en madera. La escena es una exquisita reprodución de las actividades cotidianas de la casa del Canciller, a su increible belleza, tanto en la talla como en la policromía, se une el valor como fuente histórica, a través de estas piezas los historiadores han podido obtener una imagen única del trascurrir cotidiano del Antiguo Egipto. Las diferentes figuras representan tejedores, carpinteros, panaderos, cerveceros, etc. Actualmente se encuentran repartidos entre el Museo Egipcio de El Cairo y el Metropolitan Museum of Art de Nueva York.
Los relieves escultóricos son numerosos en estos momentos, muchos de ellos procedentes de las tumbas de familiares u nobles cercanas al conjunto funerario de Mentuhotep Nebhepetre en Deir el-Bahari. La mayoría son relieves rehundidos, de magnífica factura. Entre ellos destaca el de la reina Kawit (Museo Egipcio de El Cairo), aparece rodeada de sirvientas realizando tareas domésticas. Esta misma temática cotidiana aparece en el sarcófago de la reina Ashait, que es abanicada por una sirvienta mientras ella aspira el perfume de una flor de loto. El simbolismo de estas escenas cotidianas parece estar relacionado con la idea de renacimiento a una nueva vida, se pretende crear un ambiente adecuado para comenzar la vida en el más allá. Los relieves que decoran en templo de Mentuhopet Nebhepetre han llegado hasta nosotros en un buen estado de conservación, con buena parte de la policromía original. Las escenas representan al faraón en compañía de algunas divinidades, luchando contra pueblos extranjeros y las ya conocidas escenas de caza o recolección de papiros.
Entre las tumbas privadas debemos destacar las de los nobles construidos en el Egipto Medio, en la localidad de Beni Hasan, cuyo paisaje ofrece al espectador una de las vistas más espectaculares de Egipto, el curso del Nilo describe en este enclave una amplia curva al oeste para luego dirigirse al norte. El ciclo decorativo de estas tumbas es el más completo de todo el Imperio Medio, desafortunadamente no han sido objeto de un estudio en profundidad. Entre ellas la más notable es la del gobernador Khety y la de su hijo Baket. El programa iconográfico incluye escenas de caza, preparación del ajuar funerario, representaciones del difunto con su familia, escenas militares y de lucha con animales. La novedad en estas pinturas es el sentido dinámico, las figuras de luchadores y danzantes se disponen en registros pero adoptando actitudes diversas que es lo que les otorga el sentido de movimiento.
Las teorías sobre la subida al trono de Amenemhat I (1991-1962 a.C.), primer soberano de la Dinastía XII, son diversas. Se le ha visto como un posible pariente de alguna linea colateral de la Dinastía XI; otra posibilidad es que su padre fuere asociado al poder como «padri divino» por el último faraón de la dinastía anterior. Al margen de estas suposiciones hay que valorar la figura de Amenemhat I como el fundador de una nueva dinastía, que se quiso legitimar a través de textos proféticos como «la profecía de Nefety». Su subida al trono coincide con un momento de conflicto, que será resuelto por la fuerza por este nuevo soberano. La capital se trasladó a Ith-tawy (conquista de las dos tierras) al sur de Menfis, el cambió fue motivado por la necesidad de controlar el país desde una posición geográficamente estratégica.
Pirámide de Amenemhat I
La Dinastía XII recupera las formas funerarias del Imperio Antiguo, quizá con el deseo de alcanzar el esplendor conocido en aquella época.
Amenemhat I, escogió un emplazamiento funerario cercano a la nueva capital, en la localidad de el-Lisht, a 2 km. al sudoeste de Ith-tawy y a unos 56 km. al sur de El Cairo. La estructura del conjunto está basada en los modelos del Imperio Antiguo, esto significa que se edifica una pirámide central y diversos edificios en su entorno, funciones rituales como la celebración del jubileo del faraón. Aunque estructuralmente se siguen modelos antiguos, la forma de la pirámide está inspirada en un ejemplo cercano, en el monemento de Mentuhotep Nebhepetre en Deir el-Bahari.
Sesostris I se inclinó por las tumbas construidas por los poderosos faraones de la Dinastía IV, la vuelta a modelos pasados para revitalizar el presente es una de la carácteristicas de la cultura egipcia, cuyo comportamiento artítico gira en torno a la creación y desarrollo de unos modelos ideales.La importante pirámide de Sesostris I se eleva a una altura de 61 m. y 105 m. de diámetro. La masa central se contenía mediante ocho muros dispuestos de forma radial; el exterior se cubrió con perfectos sillares de caliza; el acceso a la pirámide se realizaba a través de un corredor que partia desde la capilla de ofrendas, de esta forma la pirámide carecia de aberturas exteriores. Dahshur será el lugar elegido por Amenemhat II (1929-1892 a.C) para la construcción de un conjunto funerario que no aporta ninguna novedad.
Pirámide de Sesostris II
Sesostris II (1897-1878), levantó una magnífica pirámide funeraria cerca de la entrada al oasis de el-Fayum; la cámara funeraria acogia un impresionante sarcófago de granito rojo. El entorno de la pirámide sirvió de enterramiento para diversos miembros de la familia real, de cuyas tumbas se han recuperado algunas de la piezas de orfebrería más bellas de este período. Las pirámides de los siguiente faraones: Sesostris III (1878-1841 a.C) y Amenemhat III (1844-1797), se levantaron el Dahshur siguiendo el modelo de la tumba de Amenmhat II.
Los templos edificados por los monarcas de la Dinastía XII fueron muy numerosos, sin embargo, se han conservado muy pocos ejemplos, el deterioro progresivo y fundamentalmente la intervención de los faraones del Imperio Nuevo han contribuido a la desaparición de éstos, la reutilización del material de unos templos para la construcción de otros no era considerada una acción irrespetuosa ya que el material revertía en una construcción sagrada, pero para los arqueólogos y los estudiosos a supuesto una tarea laboriosa la reconstrucción de algunos de estos monumentos. La Capilla Sed de Sesostris I en Karnac fue reutilizada por Amenofis III para la cimentación de su templo y reconstruida en nuestro siglo. Se trata de un bello edificio de proporciones equilibradas; recoge un interesante programa iconográfico representando la acogida que deparan los dioses al faraón en una eterna ceremonia de jubileo. Además de esta espléndida capilla, Sesostris I ordenó la construcción de un gran templo en Heliópolis, del que tan sólo se conserva el obelisco que se situaba en la entrada. En el Delta, en la localidad de Bubatis, se han encontrado restos (varias columnas) de un templo, de carácter monumental, erigido por Sesostris III. La construcción de Amenemhat III ha tenido mejor fortuna, se han conservado en pie algunas de las capillas de su templo construido en Medinet Maadi en El-Fayum; las paredes aparecen con una abundante labor de relieve, los jeroglíficos hacen referencia a Amenemhat III, Amenemhat IV y a faraones posteriores. Por último debemos mencionar los restos encontrados en Coptos, Medamud (Alto Egipto) Y las excavaciones realizadas en Tanis (importantísimo yacimiento arqueológico encontrado en 1934 que fue residenci y última morada de los faraones de las Dinastías XXI y XXII) han revelado la existencia de diversos templos correspondientes al Imperio Medio.
Las artes plásticas han estado al servicio de las jerarquías del poder desde los tiempos más antiguos, este hecho se ve reflejado en la producción escultórica de la Dinastía XII. Se definen dos vías de expresión: una dedicada a promocionar una imagen idealizada de y poderosa del faraón, destinada a impresionar a todos aquellos que la comtemplaran especialmente a los miembros de la poderosa clase feudal enfrentada al soaberano; de rasgos angulosos y expresión hierática estas imágenes se despliegan por todos los templos de Egipto; entre ellas cabe destacar las estatuas monolíticas de Amenemhat I y Sesostris I procedentes de excavaciones realizadas en el Delta. De la estatuaria de Sesostris III, que alcanzó el mayor nivel de expresión conceptual, se conserva una esfinge con el rostro del faraón y fragmentos de una cabeza (Metropolitan Museum de Nueva York). Las esfingen de Amenemhat III, procedentes de Tanis, inauguran una nueva tipología, al cuerpo de león se incorpora la máscara del faraón resultando una mayor integración entre el cuerpo de animal y el rostro humano, este modelo tendrá una cierta continuidad durante el resto del Imperio Medio.
El otro camino seguido por el arte escultórico tendrá unos matices de mayor naturalidad, representado por las imágenes funerarias de los faraones que no están involucradas en la maquinaria del poder, así que podermos considerarlas, de alguna forma, de uso privado destinadas a ocupar un lugar en la tumba-morada del monarca. Las pequeñas imágenes de madera de Sesostris I son un buen ejemplo de esta corriente, se trata de una pareja donde el faraón aparece con la corona del Alto Egipto (Museo Egipcio de El Cairo) y en la otra imagen coronado con el símbolo del Bajo Egipto; la anatomía sigue modelos idealizados, como ocurre en las versiones oficiales, pero el rostro es de gran delicadeza, sus rasgos son suaves y serenos mostrando una gran sensibilidad plástica, para algunos autores estos retratos están influidos por la estética de la Dinastía IV
Los retratos privados también tendrán una importante representación en el Imperio Medio, especialmente los femeninos que hasta ahora no habian aparecido de forma independiente. Entre las numerosas piezas conservadas la de mayor belleza, a nuestro juicio, se encuentra actualmente en Nueva York (The Brooklyn Museum), se trata de la cabeza de la cabeza de una princesa, escultida en granito negro, de exquisito modelado presenta rasgos idealizados, el perfecto acabado (pulido) hace que la piedra cobre brillos metálicos; considerada por los especialistas como una obra maestra del Imperio Medio.
De las imágenes masculinas destaca el desarrollo de una tipología: la estatua-bloque, cuyos primeros ejemplos se remontan a la Dinastía IV (pequeñas piezas de madera); el pesonaje aparece sentado abrazándose las rodillas, de forma que las vestiduras ocultan toda la anatomía destacando unicamente el rostro y las manos. Parece que esta imagen, de carácter funerario, estaba relacionada qcon la peregrinación a los grandes centros espirituales. La más antigua de este período es la imagen de Si-Hathor (formaba parte de una estela funeraria) procedente de Abydos uno de los grandes centros de culto a Osiris, se fecha a mediados de la Dinastía XII.
Periodo de agitación
Para la mayoría de los historiadores el Segundo Período Intermedio comienza con la muerte de la reina Sobeknofrwre, última soberana de la Dinastía XII. Sin embargo, desde el punto de vista de las artes plásticas se puede observar una continuidad estética con el Imperio Medio. Los numerosos gobernantes de la Dinastía XIII mantuvieron la capital en Ithtawy, aunque el centro espiritual más importante volverá a estar en Tebas (la corte se trasladó a esta ciudad ocasionalmente) donde se sigue registrando actividad constructiva, hubo un especial interés en la ampliación y restauración de templos ya construidos. Los restos arqueológicos más interesantes se reducen a los ajuares funerarios, entre los que se hallaron algunas interesantes esculturas como la talla de madera del faraón Awibre Hor, procedente de su tumba en Dahshur (incluida dentro de la tumba del Amenmehat III), como tocado aparece el signo jeroglífico ka » alma «, posiblemente se quiere identificar al soberano con una divinidad. La escasez de piezas artísticas nos lleva a tratar este capítulo de forma tan breve, pues ni siquiera las tumbas de los faraones de este Segundo Período Intermedio resultan de gran interés, excavadas en la roca son modestas y como relevantes. La casi absoluta falta de documentación conservada de este período hace difícil un análisis más profundo.
Los Hicsos
Invasión o Colonización
Actualmente la idea de un invasión no es aceptada en un sentido estricto. Por un lado, queda constancia del horror con que los egipcios, de épocas posteriores, contemplaron la idea del asentamiento y dominio en una parte del país de un pueblo de procedencia asiática, por otra parte los restos arqueológicos indican claramente que los hicsos no fueron rechazados categoricamente por el pueblo egipcio durante el tiempo que estuvieron conviviendo con ellos, de hecho la mezcla entre asiáticos y egipcios fue una realidad. La presencia de población asiática se remonta a los tiempos más remotos de la cultura egipcia, será durante el Imperio Medio cuando se produce un aumento de este colectivo, especialmente dentro del ejército. Un lento pero constante proceso de inmigración debió reforzar la presencia hicsa en el Delta. Quizá animados por la debilidad y decandencia del gobierno del Delta, grupos militares hicsos irrupieron en esta zona, creando un Estado vasallo pero en gran medida independiente. El dominio hicso en el Delta se prolongará durante un siglo aproximadamente, tomando Menfis como centro principal y asumiendo muchos de los ritos y tradiciones egipcias. Sus aportaciones a la cultura y forma de vida de los egipcios fueron enormemente enriquecedoras. Durante la estancia de los hicsos en norte, en el sur se mantenía una debil monarquía (principes Tebanos) configurándose una sociedad feudal, esta situación se mantuvo hasta que uno de esto principes tebanos (khamose) inicia una campaña para recuperar el Delta que desembocará en el Imperio Nuevo.
La definición de una tipología templaria en la Dinastía XVIII es un hecho importante, ya que tendrá una continuidad hasta el final de la cultura faraónica. Este nuevo modelo de templo responde a unos conceptos esencialmente simbólicos, sus diferentes elementos son una recreación de las fases de la creación del mundo según la mitología egipcia. La creación del mundo gira en torno al dios Amón, que tendrá un importante culto durante todo el Imperio Nuevo, especialmente en su forma Amón-Re (equiparable al antiguo culto solar del Imperio Medio), por tando su imagen se situa en el centro neurálgico del templo: el santuario (naos), el acceso estaba restringido al faraón y la alta jerarquia eclesiástica. Anexas al santuario se construían la salas destinadas a acoger las riquísimas ofrendas que el faraón depositaba en honor al dios. Precediendo el santuario se disponia un vestíbulo porticado y un antepatio flanqueado por pílonos. Estos elementos componían basicamente el conjunto arquitectónico, delimitado por un muro normalmente de adobe y articulado a través de ondulaciones que simbolizaban el primigenio lago origen del universo.
El esplendor adquirido por las dinastías del Imperio Nuevo tendrá un amplio reflejo en la ciudad de Tebas y en el templo de Amón en Karnac que se convertirá en el principal centro espiritual de Egipto. Las continuas intervenciones en Karnac durante la dilatada Dinastía XVIII, convirtieron el templo en un auténtico laberinto, reservado al faraón y la alta jerarquía sacerdotal. El eje principal está orientado en paralelo al curso del Nilo (a unos 600 m. del templo), en él se alinean los primeros pílonos (puertas de acceso a las diferentes salas trazadas en un eje longitudinal) que comprenden del I al VI, este primer eje terminaba en un embarcadero que fue ocupado posteriormente por una avenida de esfinges de Ramses II. Cruzando el pílono I nos encontramos con un gran patio en el que se construyeron diversos edificios al final de la Dinastía XVIII y en época Ptolomáica (Templo de las Estaciones de Ramses III y el templo de descanso de Seti II); a continuación se abre el pílono II que da paso a la gran sala hipóstila, este impresionante espacio arquitectónico está considerado como una de las grandes obras monumentales de la arquitectura del Antiguo Egipto, se encuentra situada entre el pílono II (correspondiente a Horemheb-Ramesidas) y el pílono III (obra de Amenofis III), alberga un total de 134 columnas de diferentes medidas, las mayores poseen capiteles campaniformes (abiertos) y las menores están rematadas por unos bellísimos capites cerrados, todas ellas presentan inscripciones jeroglíficas, su función era sostener una estructura adintelada, hoy desaparecida, de dimensiones igualmente monumentales. La gran sala hipóstila precede al pílono IV, ante el cual se eleva el obelisco de Tutmés I. La siguiente intervención corresponde a la reina Hatshepsut, mandó levantar un gran obelisco tras el pílono IV separado por éste del instalado por su padre Tutmés I. Nos hallamos en este punto ante la construcción más antigua (pílonos V y VI) que dan paso al santuario, donde se guardaba la imagen del dios Amón, representa junto al patio que lo precede la zona más sagrada del templo.
Las ampliaciones de Karnac continuan, rebasando el límite de la parte más antigua. Será Tutmés III el que ordene la construcción de un espacio dedicado a rito del jubileo o fiesta sed. Hasta aquí hemos descrito la formación del eje longitudinal del templo, pero también existen una serie de pilonos que marcan un eje transversal, formando una vía procesional hacia el Templo de Mut, las procesiones tuvieron mucha importancia, suponian un aparatoso despliegue de poder donde la figura del faraón quedaba vinculada a la divinidad. El Templo de Karnac, junto con algunos elementos rituales de carácter simbólico, como el gran lago situado al sudoeste del edificio principal, y algunos pequeños templos o capillas, estaban delimitados por un muro construido con adobe, formando una figura trapezoidal de lados desiguales. Extramuros el gran centro espiritual de Karnac siguió creciendo con nuevos templos construidos por las siguientes dinastías.
Debemos hablar en este momento del Templo de Luxor, ya que una buena parte de su construcción corresponde a la Dinastía XVIII, aunque sufrirá una importante ampliación durante el reinado de Ramses II (1290-1224 a.C). El templo original fue dedicado a la tríada divina compuesta por Amón (dios principal), Mut y Khons. La iniciativa de la construcción parte de Amenofis III (1391-1353 a.C), quien confió las obras a Amenhoptep, hombre de confianza del faraón y del que se conservan varias imágenes escultóricas. Esta primera construcción se iniciaba con una gran avenida de columnas monumentales, alternativa a la avenida de esfinges que aparecen en otros templos como el de Deir el Bahari. La avenida de Amenofis III se componía de catorce columnas campaniformes de 15,85 m. de altura; posteriormente serian aprovechadas para sustentar una estructura adindetala que se debió a una intervención de Tutankhamon (1334-1325 a.C). Al norte del acceso original de Amenofis III se extiende la ampliación de Ramsés II y la Capilla de Tutmés II (1492-1425 a.C) que quedó incluida dentro del patio de Ramsés II. Tras la hermosa avenida de columnas, el templo de Luxor se extiende hacia el sur, el pilono de Amenofis III da paso a un amplio patio cuyo tramo meridional da acceso a la sala hipóstila, los otros 3 tramos del patio presentan una doble hilera de columnas de haces de papiros cerrados, siguen una evidente tendencia hacia lo abstracto como indica el desinterés por marcar los tallos de los motivos vegetales que las hacen parecer casi columnas lotiformes. La sala hipóstila marca el límite de las estancias sagradas, desde esta sala se accede a un vestíbulo columnado en cuyos extremos se disponen dos pequeñas habitaciones destinadas a acoger las barcas sagradas de Khons y Mut, la barca de Amón estaba depositada en una estancia situada tras la «sala del nacimiento» inmediatamente después del vestíbulo mencionado, esta disposición responde a consideraciones religiosas, ya que Amón era la divinidad principal sus estancias se encontraban en la parte más meridional del templo cuyo acceso estaba restringido a los altos dignatarios sacerdotales y a el propio faraón. En último término, como es habitual, encontramos el sancta sanctorum, al que se accede a través de una amplia entrada porticada en cuyos muros se dispones relieves dedicados a Amón que anticipan la visión del dios, cuya imagen colosal (estatua sedente) permanecía sobre un pedestal en el centro del santuario, última y más sagrada estancia del templo.
La reina-faraón erigió un nuevo templo dedicado a Amón, situado al sur de un templo funerario de Deir el-Bahari; para su construcción la reina ordenó destruir una antigua edificación del Imperio Medio cuyos sillares fueron reutilizados. La obra de Hatshepsut (santuario) fue completada por su sucesor Tutmés III y posteriormente integrada en el gran templo de Medinet Habu de Ramsés III (1194-1163 a.C.)
La construcción de la Dinastía XVIII es uno de los primeros ejemplos de templo períptero (el santuario está rodeado de columnas a modo de deambulatorio); en sus paredes encontramos numerosos relieves que nos ayudan a comprender los ritos que se llevaban a cabo en él y las fases de construcción del mismo.a actividad constructiva de la reina Hatshepsut superó con mucho la desarrollada por su sucesor Tutmés III, así lo demuestran las inscripciones encontradas en un pequeño templo de Beni Hasán, en ellas se describen las obras emprendidas por esta mujer excepcional.
Tutmés III
Entre las obras de Tutmés III (1479-1425 a.C), destaca su intervención en el templo de Karnac, centrada en la parte posterior de éste. Tutmés III añade un estancia llamada «Palacio del Festival», destinada a celebrar la ceremonia sed del faraón. En esta sala se incorporan algunas innovaciones arquitectónicas como las grandes columnas de estructura novedosa.
Aunque el «Palacio del Festival» es la construcción más importante de Tutmés III, debemos mencionar una capilla, en Karnac, de granito rosáceo que sustituyó a la capilla de cuarcita construida por la reina Hatshepsut, el esfuerzo que Tutmés III realizó para borrar el nombre y la memoria de Hatshepsut fue realmente importante, privando a los estudiosos y al público en general de verdaderas joyas de las artes plásticas y arquitectónicas.
Amenofis II (1427-1401 a.C) sucesor de Tutmés III, no hará aportaciones arquitectónicas notables en Karnac, sin embargo, dotó al templo de un bellísimo jardín según se describe en la tumba del alcalde tebano contemporáneo.
Los restos de lo que fueron en su día grandes templos funerarios de la Dinastía XVIII se despliegan a lo largo de la orilla izquierda del Nilo frente a la gran ciudad de Tebas. A pesar de estar desvinculados de las tumbas propiamente dichas (instaladas en el Valle de los Reyes y Valle de la Reinas) y por tanto a salvo de los saqueadores, han llegado en un estado ruinoso, sufrieron daños constantes ya que sus sillares se reutilizaron sirviendo como auténtica canteria.
El emplazamiento fue elegido personalmente por la reina, atendiendo a criterios de aislamiento, quietud y posiblemente por la gran impresión que causa el paisaje rocoso donde la luz se concentra con una intensidad poco usual. Hatshepsut no fue la primera en reparar en este espectacular entorno, anterior a su templo funerario encontramos el monumento de Mentuhotep, cuya estructura sirvió de inspiración al arquitecto y hombre de confianza de la reina: senmut. Su proyecto posee la gran virtud de intergrar la arquitectura al propio paisaje, consiguiendo una perfecta armonia. La genial visión de Senmut advirtió que cualquier construcción proyectada en altura quedaria inmendiatemente empequeñecida por la gran montaña que servia de fondo, de forma que proyectó un templo que destacara en profundidad, organizando tres niveles a través de terrazas con pórticas y vanos que marcan el claroscuro e invitan a seguir el camino que conduce hasta el santuario excavado en la propia montaña. El camino hacia el templo se iniciaba a través de una avenida flanqueada por esfinges, el arte escultórico es fundamental en este templo, completándose de forma asombrosa con los elementos arquitectónicos, las esfinges que representaban el rostro de la reina fueron en su mayoria destruidas por Tutmés III; la magnífica avenida acababa en un amplio patio, hoy desaparecido, donde se plantaron palmeras e instalaron dos albercas en forma de T, el frescor de este recinto contribuia a suavizar el entorno rocoso; el patio daba acceso a la rampa que conducia a la primera terraza, elevada sobre el nivel más bajo del templo, cuya fachada se organiza, al igual que las restantes, con amplios vanos separados por pilares rectangulares, en el interior de la sala se dispone una segunda fila de soportes que en este caso son gruesas columnas portodóricas (llamadas así por la similitud que guardan con este orden clásico), en los extremos de la fachada todavía se mantienen en pie las estatuas monumentales que representan a Hatshepsut en su papel osiríaco, que se repetirán en el nivel más elevado. El último nivel es el más importante ya que está dedicado al dios Amón (representaba el origen divino de Hatshepsut), constaba de un amplio patio rodeado de columnas y las estancias dedicadas a los ritos funerarios de la reina, además de una sala en honor a Tutmés I (padre terrenal de la reina-faraón); como en la fachada del nivel inferior, adosadas a los pilares se disponen grandes estatuas de Hatshepsut bajo la apariencia osiríaca (como soberana de los muertos), actualmente en muy mal estado ya que sufrieron daños importantes en época de Tutmés III. En el centro de la terraza superior, se sitúa la capilla dedicada a Amón, es el lugar más sagrado ya que alberga la imagen del dios que era traída todos los años en procesión solemne desde el gran templo de Karnac. La escultura durante el Imperio Nuevo adquiere gran importancia, será un elemento esencial dentro de la arquitectura, las artes pláticas se adaptan perfectamente a las formas arquitectónicas, este hecho está claramente representado en el templo funerario de la reina Hatshepsut. La reina-faraón ordenó construir este espléndido templo y no reparó en esfuerzos en su decoración. Se han conservado veintiocho estatuas de la reina realizadas en piedra de gran dureza, algunas en estado fragmentado, cuarenta estatuas osiríacas en caliza y más de cien esfinges de arenisca que formaban parte de la avenida que precedía al gran templo. La particular posición de Hatshepsut, su papel como mujer-faraón, determinó una iconografía inusual, se debía representar a una mujer con los símbolos del máximo poder faraónico, entre estos signos se encuentra la barba postiza, el tocado masculino de los faraones y el fadellín corto dejando el torso desnudo. Las imágenes de Hatshepsut resultan un tanto ambiguas, las formas femeninas son apenas insinuadas, mientras que el bello rostro de la reina se representa con gran delicadeza e idealizado siguiendo la tradición del Imperio Medio. Sin embargo, las esfinges de la avenida representan un aspecto más masculino, seis de ellas ejecutadas en granito rojo procedente de Asuán, median más de cuatro metros de longitud y llegan a pesar más de seis toneladas. Entre la numerosa labor escultórica de Hatshepsut, caben destacar los diez colosos (dos de pie y ocho en actitud de ofertante) alcanzan una altura de tres metros, únicamente dos de estos colosos representan a la reina como una mujer, siempre con el tocado masculino propio del poder real.
Tutmés III
El reinado de Tutmés III fue abundante en escultura, las piezas más importantes procedes de Karnac, los rasgos idealizados del faraón, la postura hierática y la solemnidad de la imagen, representan una continuidad de la estética del Imperio Medio, aunque aquí están suavizados por la sonrisa del faraón. Destro de la escultura religiosa, debemos mencionar la imagen de la diosa Hathor, encontrada en una capilla construida por Tutmés III al sur de Deir el Bahari, la imagen se conserva en el Museo Egipcio de El Cairo. La diosa aparece en su forma zoomórfica (vaca) y con una pequeña figura humana, representa al faraón, en el frente de la escultura. Se trata de una escultura especialmente interesante por ser la única imagen del culto que se encontró en al lugar original del rito.
El reinado de Amenofis III (1391-1353 a.C), supone un interesante prólogo del período amárnico, muchaos de las ideas y los planteamientos estéticos introdicidos por Akhenatón están ya despuntando en el reinado de Amenofis III. Los grandes colosos del faraón se levantan en los principales templos de Egipto (Luxor, Karnac, etc.) siguiendo la tipología real configurada anteriormente, se presenta una figura serena y graciosa representativa del poder del soberano. La obra más señalada de Amenofis III, es sin duda, el grupo de figuras dedicadas a la diosa Sekhmet, de las que se conservan unas seiscientas, todas ellas realizas en piedra de gran dureza dificil de trabajar, que nos habla del esfuerzo que llevaron a cabo los escultores del monarca. La diosa presenta cabeza de león y cuerpo femenino, se colocaron en el templo de Mut que Amenofis III edificó al sur de Karnac, allí se conservan algunas, la mayoría han acabado en colecciones privadas y públicas.
La pareja de leones, hoy depositados en el Museo Británico
De este mismo período debemos destacar la pareja de leones, hoy depositados en el Museo Británico, procedentes del templo de Soleb en Nubia. Ambos labrados con gran realismo. Así mismo, debemos mencionar el magnífico conjunto de Amenofis III con el dios Sobek (dios cocodrilo), singular tanto por la combinación iconográfica como por el material (calcita) y el buen estado de conservación. La reina Teye, primera esposa real de Amenofis III, debió ser importante dentro de la corte, pues nos ha llegado un conjunto escultórico de grandes dimensiones donde la figura de la reina se equipara a la del propio faraón. En relación a Teye, también se conserva una pequeña cabeza tallada en ébano, es de gran interés por representar a la reina en una edad avanzada, iconografía no muy frecuente dentro de las artes plásticas reales, posiblemente se trate de una escultura de uso privado.
La escultura privada alcanzaría niveles de alta calidad, al igual que los soberanos los altos dignatarios ordenaron hacer un gran número de esculturas de ellos y sus familias, destinadas a sus monumentos funerarios. El supervisor de las obras de Amenofis III, Amenhotep, fue sin duda uno de los personajes más destacados de su época, se le llegó a venerar como un hombre de gran sabiduría y valor, equiparando su figura al mítico Imhotep (arquitecto de Zoser); de Amenhotep se conservan varias figuras, donde las inscripciones jeroglíficas nos aclaran las diversas funciones que llevó a cabo durante el reinado de Amenofis III. Otro personaje que ha pasado a la historia a través de la escultura: Senmut, gran arquitecto de la reina Hatshepsut, creador del templo funerario de Deir el Bahari y tutor de la princesa Neferure, una de las hijas de la soberana. Se conserva una imagen de Senmut siguiendo el modelo de estatua-bloque, característico del Imperio Medio, Senmut envuelto en el manto oculta su anatomía u acoge a la pequeña figura de la princesa, otros grupos muestran al arquitecto sentado o en pie, siempre acompañado de Neferure.
Representación de Akenatón, Nefertiti y tres de sus hijos, en presencia de su dios, Atón.
El hecho más destacado del período amárnico será la revolución religiosa promovida por el faraón Amenofis IV (1353-1335 a.C) o Akhenatón como se rebautizó el monarca. La enorme riqueza acumulada por la monarquía egipcia facilitó a Akhenatón la puesta en marcha de sus ideas religiosas, imponiendo un culto más sencillo basado en las tradiciones religiosas egipcias y apartándose, de este modo, de la trayectoria seguida por sus antepasados. Dentro de un nuevo sistema religioso se impone como único culto oficial el culto al disco solar, es decir, el dios Atón, se elimina la forma humna representada hasta entonces por Amón, se borraron sistemáticamente los nombres e imágenes de esta divinidad en un proceso iconoclasta fomentado desde la monarquía, con este proceso se tiende a una mayor conceptualización y una desmaterialización de los ritos religiosos. El dios Atón no adopta una imagen antropomórfica, se le representa como el disco solar del que se desprenden numerosos rayos que acaban en pequeñas manos.
Las antiguas formas de veneración a los dioses, rodeados de secreto y ocultos en las cámaras más sagradas de los templos, se harán innecesarias ya que el disco solar está presente en el quehacer cotidiano y se le podía venerar simplemente alzando los ojos, esta circustancia es una de las grandes innovaciones ideólogicas del cambio, la sencillez del nuevo culto acaba con las complicaciones iconográficas y la tipología de los templos se reduce a espacios abiertos en los que se instalan los altares de culto.
La necesidad de un nuevo templo dedicado a Atón en Karnac, fue planteada pronto por Amenofis IV. El templo dedicado a Atón se ubicó en un emplazamiento donde se habían celebrado los ritos de Jubileo de anteriores faraones, de esta forma se vinculaba la fiesta sed al dios que se identificaba conn el propio faraón (hijo de Atón). Como ya hemos mencionado, la estructura básica del templo se modificó completamente, ya no fueron necesarios los santuarios, unicamente se dispusieron amplios espacios abiertos con altares para las ofrendas, las tradiciones anteriores estaban profundamente arraigadas en la sociedad egipcia, acostumbrados a rendir culto a una figura antropomórfica se tuvo que instalar una figura del propio faraón que sustituía a la de la divinidad
Amenofis IV escogió la localidad de Karnac para construir su templo solar, ya que este enclave era el centro espiritual más importante de Egipto, su construcción fue levantada al Este de del templo de Karnac, se usaron sillares de buena cantería (talatatos) que a la muerte de Akhenatón fueron reutilizados, por se explica la total desaparición del Templo de Atón en Karnac. La misma suerte corrieron otros templos edificados por este faraón, que fue consideraro como hereje por las dinastías siguientes. Actualmente podemos obtener una visión de como fueron los templos de Akhenatón a través de las reconstrucciones llevadas a cabo por los especialistas y basadas en las representaciones conservadas en las tumbas de los nobles de el-Amarna.
La estructura templaria contenía una sala con un gran número de pilares construidos con talatatos (alcanzaban unos ocho metros de altura), todos ellos decorados con relieves cuyo tema principal consistía en representaciones de la reina Nefertiti sola o con alguna de sus hijas, la reina aparece en actitud ofertante y su absoluto protagonismo nos habla de la importante papel que debió ocupar en la corte.
Todo el conjunto templario (patios, sala de pilares y almacenes para el depósito de las ofrendas) está delimitado por un muro, decorado en su parte interior con relieves de gran tamaño. La iniciatica constructiva de Akhenatón, como iremos comprobando, es imparable, además del templo construido en Karnac se piensa que pudo haber edificado otros monumentos en esta misma localidad, también se le atribuye la construcción de templos solares en Menfis, Luxor, Heliópolis y Medamud.
Entre el cuarto y quinto año de su reinado Akhenatón decide fundar una nueva capital, sede de la nueva ideología religiosa. Akhenatón debió pensar que era necesario nueva ciudad desligada de la tradición existente en centros tan antiguos como Tebas o Menfis. El lugar elegido por el soberano se hallaba a medio camino entre Menfis y Tebas, una extensión amplia que comprendía tierras de cultivo y una franja despoblada, al Este, donde se llevó a cabo la mayor parte de la construcción urbana. El gran proyecto urbanístico del faraón quedó registrado en unas tablillas esculpidad en los montículos a ambos lados del Nilo, son las conocidas como «Tablillas de Demarcación», en ellas queda expresada la idea de que fue el propio Atón quien guió al soberano hasta el lugar adecuado para levantar la nueva Ajetatón «Horizonte del Disco Solar».
A pesar del gran esfuerzo realizado en la construcción de la nueva Capital, la ciudad no tendrá un larga vida. Tras la muerte de Akhenatón, acaecida durante el decimoséptimo año de su reinado, el nuevo faraón Tutankhamón (1334-1325 a.C) rechaza la renovación religiosa emprendida por Amenofis IV, volviendo a las tradiciones y restaurando el culto a Amón en el templo de Karnac. En principio parte de la población de Ajetatón (el-Amarna) permaneció en la ciudad, pero fue abandonada paulatinamente, de forma que quedó desahitada (exceptuando una zona junto al rio dedicada a la producción agrícola).
El actual yacimiento de el-Amarna es sólo una parte de lo que ocupó la ciudad de Akhenatón, sa situada en la rivera oriental. En el momento de esplendor llegó a ocupar una extensión de 16 x 13 Km., delimitada por estelas de demarcación, con una población aproximada de 45.000 personas.
La excavaciones de el-Amarna, iniciadas a finales del siglo pasado, han supuestos una de las fuentes arqueológicas más importantes del mundo preclásico, aportó información valiosa sobre la estructura urbanística del mundo antiguo,además de la recuperación de piezas de gran valor artístico.
A través de los restos arqueológicos de este edificio se pudieron apreciar algunos rasgos tomados de la arquitectura templaria tradicional, como es la disposición de pilonos monumentales articulando la fachada principal, a los que añadieron dos grandes mátiles flanqueando el acceso; ya en el interior los diferentes patios disponían de accesos compuestos por pilonos de menores dimensiones. Hasta aquí lo tomando de la antigua tradición, sin embargo, el rasgo más destacado y que define a este templo, otorgándole propia personalidad, es el gran número de altares distribuidos por toda la superficie del edificio y los amplio almacenes (parte fundamental del conjunto) destinados a guardar las abundantes ofrendas que el faraón presentaba al dios solar; por último exitía una sala cubierta donde se guardaba la imagen de Akhenatón.
Aunque el no se conserva en pie, las múltiples representaciones de sus estancia, los cimientos hallados en el yacimiento de la ciudad junto con algunos fragmentos de muro, hicieron posible una visión bastante cercana a su aspecto original. El elemento más significativo y que con más precisión se representó en los relieves de las tumbas de el-Amarna es el lugar desde donde el faraón y la reina Nefertiti aparecian en público (Ventana de las Apariciones), se trataba de un amplio vano flanqueado por columnas donde se tallaron inscripciones jeroglíficas que aludian al dios Atón, rematando la ventana aparecia un friso de Uraei (representación de la cobra que simboliza la fuerza del faraón) y por encima los rayos del disco solar. Además de las estancias reservadas para la familia real y los sirvientes, se incluían amplios almacenes y talleres, de forma que el palacio en conjunto tenía una cierta autonomía. Posiblemente esta no fuese la residencia habitual del faraón ya que éste tenía una función simbólica y exitía otro en la «cuidad norte».
La ciudad de Ajetatón ofrece una oportunidad única para el estudio del urbanismo del Antiguo Egipto ya que su abandono no implicó la destrucción del tejido urbano.
El primer aspecto que nos interesa destacar es la separación de las tierras destinidas a la producción agrícola, situadas a la orilla oeste del río donde la población no debió ser muy numerosa y la zona urbana en la orilla oriental, donde se desarrollaron los grandes edificios oficiales, palatinos y religiosos. Las tierras de cultivo eran suficientes para el abastecimiento de la ciudad, dato curioso ya que supone un calculo equilibrado entre los medios de producción y la población a sostener, asegurando de esta forma la independencia de la ciudad. La ciudad no obedece a un trazado previo, fue creciendo de forma natural en torno a los principales edificios, construidos en un punto focal (ciudad central). La vía principal de la población era una larga avenida que comunicaba la «ciudad central» con la «ciudad del norte», donde se levantó un segundo Palacio Real de menores proporciones y de carácter fortificado, posiblemente residencia habitual del faraón, en torno al palacio existía un grupo de casas destinadas a los altos funcionarios. En su extremo norte se hallaba un gran edificio administrativo junto con grandes almacenes que aseguraban el suministro de la ciudad norte.
Akhenatón debió tener mucha fe en que sus ideas teológicas y la ciudad ciudad creada a sus propósitos se proyectarían en el tiempo, por eso hizo construir su tumba en Ajetatón y fomentó el enterramiento de los funcionarios de la corte en este entorno. La ciudad contiene sus propias necrópolis, las tumbas excavadas en la roca se dividen en dos grupos al norte y al sur de la ciudad central, en todas ellas sorprenden por la abundancia de paneles decorativos donde el propietario de la tumba aparece como un personaje secundario, siendo los verdaderos protagonistas los miembros de la familia real. La tumbas de Akhenatón y su familia constituyen un nuevo Valle de los Reyes. En las estelas de demarcación Akhenatón hace constar que construiría su tumba y la de su familia dentro de los límites de la ciudad, escogió para ello un lugar bastante apartado, a unos 10 Km. al Este de la ciudad principal. El ambicioso conjunto funerario nunca llegó a completarse, siendo la propia tumba de Amenofis IV la más completa, que sigue los modelos de las tumbas reales del Valle de los Reyes en Tebas. Sin embargo, el proyecto funerario de Akhenatón se diferencia en el carácter comunitario de la tumba, de acuerdo a las excavaciones arqueológicas se ha podido deducir que Akhetatón proyectó una tumba familiar, la importancia de la familia real como unidad se presenta ante nosotros a través de las numerosas escenas conservadas con este motivo, hecho sin precedentes hasta el reinado de Amenofis IV cuyo apego familiar se pone de manifiesto en este proyecto funerario.
El período amárnico será excepcional en las artes plásticas tanto por su calidad como por la gran producción de piezas escultóricas y pictóricas que decoraron las numerosas construcciones de Amenofis IV. Las imágenes del faraón y su familia son las que predominan, dejando la escultura cortesana relegada, debemos pensar que la tradidición egipcia había estado llena de imágenes divinas que servían de referencia a los fieles, con la instauración del nuevo sistema religioso esas imágenes se suprimen, siendo reemplazadas por la figura del faraón, de esta forma se explica la abundancia y monumentalidad de la escultura áulica.
La iconografía sufrirá un cambio importante, el valor que primará en la escultura de Amenofis IV será la expresión, los artesanos egipcios dieron muestra de su gran habilidad en la adopción de las nuevas ideas. La mayor aportación iconográfica de Amenofis IV fue la configuración de una imagen representativa de Atón, surge así el conocido símbolo del disco solar, extiende sus rayos acabados en pequeñas manos, único rasgo antropomorfo, esta imagen estará presente en todas las creaciones del soberano. La iconografía sigue girando en torno al faraón y su familia, la gran mayoría de las escenas están presididas por el idiograma de Atón. Nos parece interesante señalar que escenas típica como la representación de la fiesta sed o los ritos de coronación no están presentes en el repertorio amárnico. Esteticamente encontramos rasgos expresivos equiparables a la escultura de busto redondo, el faraón y su familia aparecen con las misma peculiaridades físicas.
Dentro de una primera fase de las artes plástica en el reinado de Amenofis IV, debemos destacar los restos de veintiocho colosos procedentes de su templo de Karnac (hoy desaparecido), en ellos podemos encontrar los rasgos de gran expresividad que caracterizan estos primeros momentos. Se nos presenta a un fararón de rasgos exagerados, tanto en el rostro como en la anatomía, sobresalen los gruesos labios, promitentes pómulos y la barbilla puntiaguda, el estomago abultado, resaltado por su desnudez, es igualmente un rasgo que reclama nuestra atención. Cremos que este profundo cambio estético bien pudiera estar relacionado con el sentido simbólico implícito en el nuevo sistema religioso. Debemos señalar, aunque nos parezca una teoría poco probable, que algunos estudiosos has querido ver es estas imágenes un reflejo del especto real del faraón, achacando estas peculiaridades físicas a algún tipo de deformación patológica.
En una segunda fase, la escultura amárnica emprende un camino bien diferente. Los escultores inician una vertiente de realidad, asociada a la busqueda de la verdad que Amenofis IV pretendía con sus ideales religiosos. Serán los talleres de la ciudad de Akhenatón los encargados de realizasr algunas de las piezas más bellas de la hsitoria de la escultura de la Antiguedad. En este sentido debemos destacar el busto de la reina Nefertiti, hoy en el Museo de Berlín, hallada en 1912 por Borchardt. Fechada al final del período amárnico, realizada en caliza y yeso, conserva gran parte de la policromía original que contribuye a resaltar los exquisitos rasgos del rostro de la reina. Se trata de un modelo que debió servir como referencia para otros retratos. Algunos historiadores has visto en él unos rasgos de modernidad totalmente excepcionales. Igualmente atrativa resulta una cabeza de Nefertiti procedente de un taller de el-Amarna, conserda también en Berlín, los rasgos delicados y perfectamente modelados corresponden a los últimos momentos del período amárnico.
La producción de relieves estará en sintonía con el ritmo construccitivo que adoptó Amenofis IV, esto quiere decir que la labor escultórica fue imparable. Se adoptó una nueva téctina, que permitía una mayor rapidez en la realización: se marcaban los contornos de los relieves y la superficie interior se remataba en bajorrelieve, aplicando los colores sobre una fina capa de yeso. Este método se siguió en los relives de Karnac y en los edificios de el-Amarna. Los relieves de Karnac resultan de inferior calidad ya que fueron relaizados en arenisca, mientras que en Amarna se tallaron en una excelente caliza.
Tutankhamon (1334-1325) sucedió a Amenofis IV a la edad de nueve años, estuvo bajo la tutela de Ay, que había sido uno de los hombres más poderosos durante el reinado del faraón anterior. En nuevo monarcar y su corte permanecieron en el-Amarna uno años, pero trasladó de nuevo la capital a Menfis de forma definitiva, aquí iniciaría una política de reconciliación con las tradiciones anteriores, iniciativa, que a juzgar por la corta edad del monarca, deabieron tomar los jefes militares y los altos dignatarios. Del corto reinado de Tutankhamon no destaca ningún hecho militar importante, ni nos ha dejado huella de un reinado de explendor, por el contrario su reinado es el límite de la decadencia de la Dinastía XVIII, pero Tutankhamon es, sin lugar a dudas, el faraón egipcio que más tinta ha hecho correr por parte de estudiosos e historiadores, esto se debe al increible hallazgo de su tumba casi intacta. El descubrimiento de la tumba de Tuntankhamon supuso en hito en la historia de la egiptología, se trata de la única tumba regia hallada en su estado original. El descubrimiento tubo lugar en 1922, a cargo de Howard Carter, director de la excavación patrocinada por Lord Carnavon. Después de más de seis años de trabajo, Carter encontró las gradas que conducian a la puerta de la tumba, que encontraron sellada, los trabajos se prolongaron otros cuatro años más, en los que llevaron a cabo un intenso y profundo análisis de los asombrosos hallazgos.
A pesar del gran descubrimiento que supuso, debemos señalar que la tumba de Tuntankhamon es relativamente modesta, se construyó en el período de decadencia de la Dinastía XVIII y Tutankhamon nunca fue un faraón poderoso, su muerte, acaecida a una edad temprana, nos habla de un reinado efímero donde el soberano nunca llegó a asumir las riendas del Estado. La estructura de la tumba responde al modelo vigente en el-Amarna, un corredor conducía a una antecámara (Sala de la Realeza Eterna), a continuación se abría otra pequeña estancia que daba paso a la cámara funeraria, por último se encontraba la «Sala de la Restauración del Cuerpo». La cámara funeraria era sin duda la más importante, en ella se depositó la momia del faraón, encerrada en un rico sarcófago. También se encontraro en esta cámara los objetos suntuarios y mobiliarios de mayor valor artístico, como los tres armarios de nobles madera y oro que formaban parte del ajuar del difunto.El ajuar funerario, a pesar de la modestia de la tumba, constituye uno de los grandes tesoros de la arqueología de la Antiguedad. En la antecámara se encontraron tres lechos dorados flanqueados por parejas de dioses y otros cuatro más modestos, todos ellos dispuestos para el uso del faraón en su vida de ultratumba. Ya ante la puerta de la cámara funeraria, aparecieron dos estatuas, de tamaño natural, de Tutankhamon presentaban aplicaciones de oro, mientras que el cuerpo estaba ennegrecido con pez, estaban preparadas para albergar el alma (ka) del soberano, ambas ostentan los símbolos del poder, el color negro de las imágenes aluden a la resurrección, no en vano el limo fertilizardor de la tierra que deposita regularmente el Nilo es de este color negruzco, se trata de una característica iconográfica presente en la tradición funeraria anterior a Amenofis IV y que se relaciona con el culto a Osiris (resucitado tras su muerte), el culto a este dios de los muertos es el mito funerario más importante en la religión egipcia. Según la descripcón de Carter, estos eran algunos de los objetos más importantes hallados en la antecámara, pero se encontraron muchos más objetos de gran riqueza como muebles, pequeñas estatuas, vasos de alabastro, etc. Entre las piezas mobiliarias más destacadas se hallaba el impresionante trono de Tutankhamon, considerado como de las piezas más ricas del arte suntuario de la Antiguedad. Su estructura es de madera noble y toda la superficie se encuentra cubierta de materiales preciosos como el oro (trabajado con la técnica del repujado) o incrustaciones de piedras semipreciosas y vidrios policromados. El respaldo acoge una escena del faraón junto a la reina, cobijados ambos bajo los rayos benefactores del dios solar Atón, iconografía que demuestra que la idedas de Amenofis IV siguieron ejerciendo una cierta influencia en el reinado de Tutankhamon, la escena conserva algo de la cotidianidad que los artista de Amenofis IV habian desplegado en las representaciones de el-Amarna.
Aunque el inventario de la antecámara es mucho más extenso de lo detallado aquí, debemos pasar a la cámara fueneraria propiamente dicha. Al acceder a ella, no sin enormes dificultades, los excavadores de Carter encontraron el armario destinado a contener los vasos canópicos (contenedores de los órganos vitales del difunto, extraidos durante el proceso de momificación). Presentaba una estructura cuadrada, flanqueada por estatuillas de madera dorada que representaban a divinidades protectoras, estaba revestido con láminas de oro trabajadas en relieve, las escenas representaban al faraón en compañía de las divinidades encargadas de la conservación de los órganos vitales. La estructura se hallaba cobijada por un baldaquino que posiblemente sigue modelos arquitectónicos; tanto la estructura como el baldaquino estaban rematados por un friso de Uraeus (cobra protectora, símbolo de la fuerza y la destrucción). Al abrir el armario se encontró uno más pequeño, realizado en alabastro, contenía los vasos canópicos. El sarcófago del faraón se hallaba a continuación del armario canópico. En realidad se trataba de tres féretros distintos, el más rico y suntuoso es de oro repujado y estaba salvaguardado por los otros dos mayores de madera también adornados con aplicaciones de oro, esmaltes y piedras semipreciosas. Los sarcófagos representan la imagen portando los símbolos del poder real: tocado faraónico (nemos) con la cabeza de buitre y la cobra en el frente, la barba postiza y el báculo y el flagelo que cruza sobre el pecho. La moni estaba envuelta en un rico sudario acompañado de amuletos de carácter profiláctico y pequeñas láminas de oro con inscriciones jeroglíficas en las que los diosos acogian al faraón como parte integrante del panteón divino.
PERIODO RAMESIDA – Templo De Set I en Abydos
Seti I adopta una estructura distinta a la tradicional, sustituyendo el santuario único por una serie de estancias dedicadas a dis tríadas divinas y una a el mismo, equiparandose de esta manera al rango de los dioses. En la capilla en honor al faraón la iconografía de la decoración mural alude a la natural posición que el soberano ocupa entre los dioses, nuevamente vemos como el arte es un vehículo para la consolidación del poder real. Junto a su propia capilla, se construyó una sala dedidcada a Osiris, divinidad que como hemos mencionado anteriormente estaba estrechamente vinculada a Abydos; la decoración mural de ésta alude a los misterios del dios y al alumbramiento de su heredero Horus, en la escena también está presente Isis (esposa sagrada de Osiris, quien hizo posible la resurrección de éste).
Siguiendo la tradición de los soberanos de la Dinastía XVIII, Seti I también proyectó una ambiciosa ampliación del gran templo de Karnac. Su idea era construir una gran sala hipóstila, de la que ya hemos hablado. Las obras fueron concluidas por Ramses II, el resultado final fue el impresionante bosque petreo que constituye actualmente uno de los nucleos centrales del templo.
El prolongado reinado de Ramsés II (1290-1224 a.C) ha sido considerado por los historiadores como el último momento de esplendor en la historia del Antiguo Egipto. Su labor constructiva fue inmensa, se hizo cargo de muchas de las obras iniciadas por su padre Seti I y realizó otras muchas por propia iniciativa, aún así parece que sus obras no le parecían suficientes y no dudó en hacer grabar su nombre en monumentos construidos por soberanos anteriores, práctica que no fue exclusiva de Ramsés II. La producción arquitectónica llevada a cabo por Ramsés II ha hecho pensar a los estudiosos que Egipto atravesaba por un momento de prosperidad.
Entre las numerosas construcciones del monarca, debemos señalar su templo funerario (Ramseum) construido paralelamente al de su padre, en las cercanías del Valle de los Reyes. Su estado de conservación es lamentable, como ocurrió con muchos monumentos fue usado como cantera desde la antigüedad, ya los Ptolomeos reutilizaron el material arquitectónico del Rameseum. Afortunadamente hemos conservado descripciones griegas de su aspecto original. A pesar de su estado, no ha sido difícil identificar los diversos elementos que lo constituían, había un primer pilono de acceso que daba paso a un patio descubierto, tras el cual un segundo pilono habría a el vestíbulo o segundo patio también descubierto, rodeado éste de columnas y pilares osiríacos. A continuación se hallaba la sala hipóstila, con la misma estructura que en Karnak pero considerablemente más modesta. El segundo tramo estaba constituido por tres amplias salas dedicadas a las barcas sagradas de Amón, Mut y Khons, disposición que ya hemos visto en el templo funerario de Hatshepsut en Deir el-Bahari. En la parte posterior del templo se construyeron unos enormes almacenes de adobe que presentan un curioso sistema de cubierta abovedada. Sin embargo, los elementos que más llaman nuestra atención son las veintinueve columnas papiriformes, aún en pie, y el monumental coloso sedente que hoy yace, en el lugar donde cayó, a la entrada del templo , esta impresionante escultura pudo alcanzar una altura de diecisiete metros.
Templo del Ramseum
Se trata de dos templos, uno dedicado a Horakhte y el otro en honor a Hathor. El primero estaba orientado al Este; la fachada monumental, tallada en al roca, hacia las funciones del tradicional pilono, en ella se instalaron cuatro colosos sedente de Ramsés II que nos son estatuas exentas sino un gigantesco altorrelieve, entre ellos se encuentra al puerta de acceso y un nicho destinado a la imagen del dios titular del templo Re-Horakhte acompañado de Mat y User, estas tres divinidades componían el primer nombre del faraón: Usermare, rasto que nos habla de la personalidad egocéntrica de Ramsés II. Las imágenes del faraón estaban acompañadas por estatuas, de menor escala, de su esposa principal Nerfertari y sus hijos.
La única puerta de acceso conduce a una primera sala hipóstila con pilares osiríacos adosados, ya desde este punto se pueden divisar las cuatro figuras sedentes de las divinidades (Amón, Ptah, Re-Horakhte y el propio Ramsés) que descansan en el santuario situado al fondo de la construcción, estas imágenes fueron colocadas estratégicamente para que la luz solar las alumbrara directamente durante determinados días del año. El santuario está decorado con relieves muy descriptivos sobre las campañas militares emprendidas por Ramsés II, conservados en un magnífico estado, presentan la policromía original casi intacta, suponen una importante fuente documental para el conocimiento de la vida militar de estos momentos.
Templo Abu Simbel
A continuación de éste, Ramsés II mandó edificar otro templo de similares características dedicado a Hathor y en honor a su esposa Nefertari. Siguiendo el mismo modelo la fachada se talló en la roca, pero aquí las esculturas monumentales se encuentran entre contrafuertes tallados con inscripciones jeroglíficas. Los dos colosos de Nefertari se encuentran flaqueados por dos del faraón, un total de seis colosos que permanecen en pie. En la sala hipóstila se tallaron pilares hathoricos y el santuario acoge una imagen de la diosa en su forma animal (vaca) acompañada por una imagen del faraón, como ocurre en el templo de Deir el-Bahari (Dinastía XVIII).
Al igual que en arquitectura, la obra escultórica realizada por Ramsés II sobre pasa con mucho la producción de los restante soberanos de la Dinastía XIX. De su padre Seti I se conserva una magnífica escultura realizada en diorita de gran dureza, muestra al faraón en actitud ofertante, su plegaría está dirigida a Osiris para que se muestre favorable a las obras que había emprendido en Abydos. Como hemos señalado, el carácter de Ramsés II le impulsó a construir gigantescas obras arquitectónicas, de forma que no nos sorprende que sus escultores se afanaran en la realización de numerosos colosos, tipología que ya hemos visto en la Dinastía XVIII (colosos de Memnón). Empezaremos contabilizando los cuatro impresionantes colosos del templo de Abu Simbel, uno de ellos presenta graves daños, se trata en realidad de figuras en altorrelieve. Debemos mencionar también un coloso, en posición erguida, en Menfis que actualmente permanece caído, alcanza una altura de diez metros a pesar de la parte mutilada de la parte inferior de las piernas. Aún debemos mencionar un coloso más, se encuentra en uno de los patios del templo de Karnak, en esta ocasión la imagen monumental del faraón está acompañada por la de una de sus hijas, esta iconografía es frecuenten en estos momentos, como otros muchos monumentos esta estatua a sufrido el paso del tiempo, presentan daños considerables en el rostros del faraón, el lugar original de este coloso no fue este, otra vez vemos una imagen descontextualizada.
Dentro del repertorio iconográfico de Ramsés II podemos encontrar las más variadas tipologías, en este sentido señalamos una escultura infantil del faraón conservada en El Cairo, el faraón infante aparece protegido por un halcón; en otra pequeña escultura, también conservada en El Cairo, vemos al Ramsés postrado recogiendo una rodilla bajo el cuerpo y estirando la otra pierna en una extraña postura, entre las manos sujeta un pequeño pedestal sobre el que se encontraba la ofrenda (hoy desaparecido); también abundan las representaciones de Ramsés II junto diferentes dioses, en estos conjuntos Ramsés II se equipara a las divinidades, un buen ejemplo es el conjunto procedente de Abu Simbel, donde el faraón se encuentra entre Amón y Mut.
Escultórica de Ramsés II
Entre los faraones de la Dinastía XX destaca Ramsés III (1182-1151 a.C.), segundo soberano de la última gran dinastía del Egipto Antiguo, será el último monarca que emprenda campañas militares, su modelo de actuación fue su homónimo Ramsés II, llego incluso a copiar textos enteros pertenecientes a éste para atribuírselos a él mismo.
El papiro Harris, uno de los documentos más importantes conservados del Antiguo Egipto, detalla las numerosas donaciones e iniciativas que Ramsés III llevó a cabo, debemos suponer que la situación socio-económica del país atravesaba un buen momento, factor esencial para comprender la actividad arquitectónica desplegada por Ramsés III.
Como fue habitual desde la Dinastía XVIII, Ramsés III procede a la realización de una ampliación en el gran templo de Karnac, este faraón añade un templo completo, de pequeñas dimensiones, situado frente a la capilla de Seti II en el muro sur, su función era albergar las barcas sagradas. Su templo funerario será construido en la parte sur de la necrópolis, junto al edificio construido por Hatshepsut y Tutmés III. El perímetro del templo estaba acotado por un muro de adobe, que le daba aspecto de fortificación y que ya hemos visto en otros monumentos anteriores. Los principales elementos del templo siguen fielmente el modelos ya utilizado por Ramsés II, se dispusieron dos pilonos de entrada precedidos por dos patios, a continuación se abría la sala hipóstila y en última instancia se encontraba el santuario. La decoración de este monumento nos remite directamente a los modelos iconográficos desarrollados por Ramsés II. Algunos de los elementos originales de este edificio lo constituyen la puerta-torre que contribuye al aspecto fortificado y el palacio anexo al templo, el palacio fue Dinastías III-VIconstruido en el lado sur del primer patio, este edificio pude tener un sentido simbólico ya que aparece una gran ventana que nos recuerda a la «Ventana de las Apariciones» muy repetida en las representaciones de Amenofis IV. La estructura del este edificio nos remite de nuevo a la tipología ya empleada por Ramsés II en el palacio, también de carácter simbólico, que construyó en el Rameseum.
Medinet Habu, Templo de Ramsés III
La producción escultórica de Ramsés III, al igual que la escultura, se asemeja mucho a lo realizado por Ramsés II, de forma que la tipología preferida por el primero será el coloso, desafortunadamente no se han conservado en un buen estado, pero aún se puede admirar algunos de los colosos tebanos en sus lugares originales. Sin embargo, la imagen más completa conservada de este faraón es la de su sarcófago, actualmente en Cambridge, porta los símbolos del poder como báculo y en flagelo cruzados sobre el pecho, junto a la figura del faraón, labrada en un bajorrelieve, aparecen las imágenes de divinidades protectoras.
Otra de las interesantes manifestaciones escultóricas correspondientes a Ramsés III son los relieves del templo de Medinet Habu. La iconografía está igualmente tomada de las imágenes de Ramsés II. Encontramos escenas referidas a diferentes rituales, algunas de las escenas son de gran interés por ser inusuales en edificios dedicados a funciones religiosas, nos referimos a escenas profanas que también se encontraron en la tumba de esta faraón.
Durante el reinado de los últimos faraones de la Dinastía XX se produjeron hechos significativos que señalan claramente la disolución del orden socio-político del Antiguo Egipto. Entre estos acontecimientos se encuentra el sistemático saqueo de las tumbas tebanas, muchos de estos fueron llevados a cabo por altos dignatarios lo que nos indica la profunda crisis en la se encontraba esta legendaria cultura. Durante el reinado de los últimos faraones de la Dinastía XX se produjeron hechos significativos que señalan claramente la disolución del orden socio-político del Antiguo Egipto. Entre estos acontecimientos se encuentra el sistemático saqueo de las tumbas tebanas, muchos de estos fueron llevados a cabo por altos dignatarios lo que nos indica la profunda crisis en la se encontraba esta legendaria cultura. Durante el reinado de los últimos faraones de la Dinastía XX se produjeron hechos significativos que señalan claramente la disolución del orden socio-político del Antiguo Egipto. Entre estos acontecimientos se encuentra el sistemático saqueo de las tumbas tebanas, muchos de estos fueron llevados a cabo por altos dignatarios lo que nos indica la profunda crisis en la se encontraba esta legendaria cultura.
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